Revista Cultura y Ocio

Dietario 153

Por Calvodemora

Lo pensé hace años (y supongo que mi desatino amanuense lo registró) y lo pienso y lo consigno ahora de nuevo: la cultura es la mejor forma de administrar la soledad. Tal vez en la cultura (o en la educación) se adquiera el oficio de vivir. Se podría vivir eternamente husmeando en lo que otros fabularon o crearon a beneficio de nuestro bienestar o del malestar que da en ocasiones la propiedad del conocimiento y la elocuencia de la belleza. Husmear en ellos como un acto revolucionario. En entender el mundo, en construir una sólida urdimbre de causas o de principios, uno puede emplear una vida y hasta entra en lo razonable que entenderlo enteramente (si es que esto puede ser posible) exija cierto abandono de la propia. Queda siempre la sensación de que no hay tiempo para hacer todo lo que anhelamos o que lo que se va cumpliendo cubre una porción maravillosa del trayecto y que se recorre con incrédulo asombro. De cundir en uno la cultura habrá un decoroso y privado ejercicio, armónico y lírico, de onanismo intelectual. Nada me falta, no me expondré nunca al devastador pulso de las horas, vendrán y me confortarán, seré agasajado, invitado a la fiesta de la luz, tendré con que combatir la injerencia gris de la oscuridad. Pero por otro lado, todo me falta, a todo lo pudre el mineral aliento de las sombras, en todo a lo que acude se exhibe su pobre diligencia, todo cuanto cubre se difumina y desvanece.


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