Hay gongoristas de Utah, hay gongoristas de Montevideo, hay gongoristas de Vladivostok, hay gongoristas de medio pelo y hay gongoristas afro. El gongorismo está extendido. Se ha hecho viral. Transciende su discurso y hace que otros se adhieran. Pronto el gongorismo será una iglesia, tendrá fieles, recitarán las soledades, saldrán extasiados del culto y buscarán pendencia con adeptos al conceptismo. Compañías lowcost fletarán vuelos a gongoristas. Las azafatas no sólo serán exigidas en idiomas y tendrán una cierta presencia física, sino que deberán recitar las fábula de Píramo y Tisbe enfatizando con delicada dicción la parte en que los amantes expresan con más alambicado ardor sus infortunios y quebrantos.
Esta noche sedúceme con el summertime and the living is easy, lo he dicho muchas veces. No vengas con Kafka bajo el brazo. Kafka da migraña.
El crudo invierno en la tundra siberiana debe imprimir carácter.
No sé ni quiero saber dónde está la patria, señor administrador de fincas.
El Bowie de los setenta, el del glam y el del glamour, el de las arañas de Marte, ha venido a mi fiesta. Ha dicho algo que no hemos entendido y hemos sentido una congoja en el pecho, un nudo en la misma garganta.
