Revista Opinión
Sin caer en triunfalismos irrelevantes, no deja de ser un hecho destacado que un blog se mantenga activo diez años, publicando entradas de manera continua, aunque con relativa y desigual fortuna. Tal “efemérides” es la que celebra hoy este blog, una bitácora nacida para expresar a través del ciberespacio las preocupaciones y pareceres de su autor acerca de lo que le condiciona por fuera y por dentro -el contexto social como la nada duradera y el ser individual como el todo pasajero (parafraseando a Unamuno*)-, provocándole más desasosiegos que satisfacciones, más incertidumbres que certezas. En todo este tiempo, tal vez habría que destacar, más que la longevidad del blog, el empeño de su autor por mantener en la blogosfera un artefacto de humilde y parcos resultados, a pesar de su ambición desmedida -y mantenida- por compartir lo que muy pocos, unos exiguos pero fieles seguidores, aceptan compartir: sus opiniones, comentarios y divagaciones extemporáneas. Esos diez años de pertinaz empecinamiento son, en cualquier caso, un hecho que merece figurar en los anales de las iniciativas inútiles o inverosímiles.
Lo cierto es que una década es un período de tiempo muy extenso dedicado a la comunicación -la palabra- y al diálogo, mimbres de todo lenguaje. Un lenguaje que posibilita las interacciones y comentarios que generan muchas de las entradas publicadas. Y un diálogo que, a decir de Emilio Lledó**, se desarrolla, como pensamiento, en la mente del lector, al asumir con su propio lenguaje -el lenguaje conocido que nos constituye- las proposiciones nuevas que le suministra toda lectura, también las nuestras. Así, es factible llegar a comprender, ser capaz de “ver con los ojos de nuestras palabras los conceptos de las ajenas”. Compartir experiencias es, por tanto, dialogar, buscar, con esa estructura dialéctica de lo escrito, el sentido de las palabras y, a través de ellas, acercarse a los espacios inconmensurables del saber y el conocimiento, incluida la consciencia de cuanto se ignora. Expresado en términos menos filosóficos, cultivamos la curiosidad para despertar inquietudes y buscar un conocimiento que nos haga vislumbrar la verdad, a partir de reflexiones individuales que, plasmadas por escrito, se transforman en diálogo colectivo. Un conocimiento que se inicia por medio del lenguaje, es decir, de la palabra y el diálogo. Tal ha sido la pretensión de Lienzo de Babeldurante todos estos años.
Por todo ello, a este blog nada de lo humano le ha resultado ajeno, aunque supusiera un objetivo nietzscheano desmesurado. La cultura, la política, la religión, la sociedad, el arte, la economía, la ciencia, la literatura, los amigos o la simple observación del transcurrir del tiempo han sido objeto de opiniones y reflexiones que, en la medida de las posibilidades de quien no es experto en nada, han servido para mover inquietudes y motivar un “diálogo” entre distintos puntos de vistas o distintas versiones de los hechos. Lienzo de Babelha procurado poner en cuestión dogmas, desconfiar de la autoridad de quienes los imponen, criticar el poder y tratar de expurgar parte de la verdad entre las montañas de rumores, bulos y falsa información con las que constantemente nos manipulan y tratan de someternos. De ahí que compartir y disentir sean, desde tales premisas, respuestas igual de significativas a la hora de avanzar hacia un conocimiento enriquecedor sobre nosotros mismos y la realidad que nos rodea y conforma. También ha pretendido elucubrar utopías con las que abrigar esperanzas sobre un mundo mejor donde impere la justicia, la igualdad, la sostenibilidad medioambiental, el progreso compartido por todos y la paz. Evidentemente, de tan grandes propósitos este blog no ha conseguido ninguno.
Pero lo ha intentado con inusitado tesón. Estos diez años se resumen en más de 1.800 entradas publicadas, cerca de 120.000 visitas de páginas registradas, un centenar de comentarios recibidos y una audiencia que se distribuye, fundamentalmente, entre España, Europa, Estados Unidos y Sudamérica. Son cifras que, pese a la humildad y simpleza del blog, denotan cierta trascendencia, máxime si sus páginas no buscan ni acogen publicidad y los asuntos que aborda no persiguen el entretenimiento. Pero también confieren una enorme responsabilidad que abruma a su autor y le hace asumir una deuda de gratitud impagable con todos los “babilonios” que rastrean Lienzo de Babel. A todos ellos sólo podemos expresar nuestro reconocimiento más sincero y darles las gracias por permitir que durante una década hayamos podido participar de esta fascinante aventura de comunicación y diálogo.--------*: Poema La Sima, Miguel de Unamuno.**: El surco del tiempo, Emilio Lledó.