Revista Educación

Diez años sin mi abuela Nena

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Diez años sin mi abuela Nena

Yo iba hoy a escribir sobre la 'Panza de burro' de Andrea Abreu, porque ha sido un gran descubrimiento literario para mí este verano, pero se cruzó en medio una foto de mi abuela Nena conmigo apenas de un año; de ella he contado algunas anécdotas en este blog. Hoy hace 10 años que se murió y no puedo evitar traerla de nuevo al recuerdo. Porque recuerdos a raudales son los que tenemos de su paso por nuestras vidas, su vida; no hay semana que no la mencionemos en alguna de nuestras conversaciones familiares.

De haber nacido en otra época y lugar, yo creo que mi abuela habría sido una buena actriz. Dramática, eso sí. El melodrama formaba parte de su idiosincrasia, pero más enfocado hacia una visión miedosa de la vida, porque no solía tener la queja en la boca. Posiblemente, fruto de una educación de guerra y posguerra, el temor constante por todo lo externo la llevó a forjar su personalidad.

Sin embargo, contradicciones de la vida, luego era una mujer decidida, echada pa'lante, que manejaba con determinación las situaciones complicadas. Ella, que tuvo que trabajar para echar una mano económica en su familia durante varios años, sabía perfectamente qué teclas tocar cuando iba al banco a pedir un préstamo. Siempre preguntaba por el director, toda emperifollada como si fuera una mujer de familia rica. Y salía de aquella sucursal con su objetivo, cuando la cosa no estaba para respaldar ningún crédito... pero lo conseguía. "Palabras y dinero y hablar con el tendero", decía siempre cuando le preguntaba cómo había podido comprar algo que a mí en aquel entonces me parecía imposible, como si fuera un tesoro.

Su amor por mi abuelo Andrés fue de esos de película, amor romántico trágico y dramático cuando no podían estar juntos por las circunstancias, tanto de novios como ya casados... Pero para eso estaban las cartas, para plasmar también ese drama. Qué habría sido de mi abuelo sin ella. Y él lo sabía, la adoraba.

Le interesaba todo y necesitaba tener traductores de la vida al lado, decía, "para entender estas cosas modernas de hoy". El mayor impacto fue la aparición del teléfono móvil −no sé qué habría hecho ella de haber conocido la existencia del whatsapp y las videollamadas− y como le encantaba hablar, eso de poder conversar en la distancia era algo que le alucinaba.

Los misterios de su bolso, s u obsesión por la situación geográfica de algunos países y su terror a la muerte, o la maravilla de canelones que hacía en Navidad son solo algunos recuerdos que no olvidaremos nunca. Y cuidó de sus nietos casi como si fuera una monitora de guardería. Hasta nos hizo poesías de su puño y letra, adaptadas a cada momento vital, siempre en Navidad, cuando nos dedicaba un versito a cada nieto, que nos provocaba la risa ipso facto. Con los años, ya más cansada, como no podía dejar de faltar a su cita poética, reciclaba los versos del año anterior y le cambiaba alguna palabra. A veces nos dábamos cuenta, pero le poníamos mucho interés entre sonrisas cómplices.

Donquiera que estés, seguimos y seguiremos recordándote, Nenita.


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