Revista Viajes

Diez cosas que me causan admiración en un viajero

Por Mundoturistico

Guay, molón, estupendo, genial, súper. Todos ellos adjetivos calificativos en su versión más positiva. Y por otro lado: turista, viajero, trotamundos, apasionado del viajar o cuantas otras palabras sirvan, a mi modo de ver de forma indistinta, para hacer alusión a quién simplemente disfruta del verbo viajar. Hoy me ha dado, una vez más, por reflexionar sobre este hecho y he querido plasmar todas aquellas cualidades o cosas que hacen que un viajero me cause admiración. Sé que esto puede chirriar a muchos, que las etiquetas no son buenas y que no soy yo quién para juzgar a las personas, pero simplemente se trata de un ejercicio de reflexión y totalmente subjetivo, claro está. Así que allá van, con sinceridad, esas cosas a las que me gustaría aspirar cuando viajo.

Viajar sin prejuicios

Los prejuicios son malos compañeros de viaje. Con ello, te cerrarás a vivir experiencias chulas, te enfadarás en ciertos momentos por creer que todo debe ser como tú lo percibes y te perderás seguramente determinadas partes que te cierras a conocer.

Viajar supone embarrarse; adentrarte en un mundos que pueden, incluso, suponer un choque frontal con tus valores. Y en ello reside toda su amplia y atrayente complejidad.

tiempo

Improvisar

Aunque muchos incluirían “planificar” en esta lista, la verdad es que yo creo que en la mayoría de destinos se puede vivir de la información de la Oficina de Turismo y de dejarse llevar y preguntar allí a la gente local, que son la mejor guía de una ciudad. Por eso, he metido “improvisar“. Con ello, me refiero a perderte un poco por el lugar, armarte de intuición viajera y atraer a las mejores situaciones. No es mi especialidad, pero cuando lo he hecho, funciona.

Viajar con los cinco sentidos

Viajar, salir, disfrutar, correr, preguntar, entrar, apuntarse, probar, comer, madrugar, parar, resetearse, olvidar los “no puedo”, patear, amar, hablar, practicar idiomas, gesticular, sonríer, equivocarse, volver, tocar, emocionarse, oler, divisar, escuchar, observar, quedarse mudo un rato, dejarse abrazar, beber, tocar la tecla adecuada, recordar, vivir. Y también negar, soltar la irá, ser sincero, soltar todo eso que puedes odias de un lugar o decepcionarte con aquello que no pensabas que fuera así. Hacerlo o no hacerlo, pero al menos sentir. Ahí estará el “sentido” del viaje

😉

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No viajar solo para decir “yo he estado allí”

Parece que con el auge de las redes sociales, el mundo de la instantánea y la exhibición y el “y yo más”, viajar es solo una forma de alcanzar metas. De alargar lo que llaman “currículum viajero”; de mostrar en Facebook la enorme cantidad de países en los que has estado. Y nos olvidamos así a veces de disfrutar del camino. En ocasiones, consumimos viajes con demasiada rapidez; nos frustramos si nos dejamos la cámara de fotos en casa o la batería del móvil está en las últimas; o creemos que podemos vivir nuestros viajes a través de fotos que a veces tienen como objetivo a gente que tan solo posa para cobrar una propina. Que cada uno viaje como quiera; pero que disfrute más allá de todo lo que rodea a los viajes; del viaje en sí mismo. ¿O no es eso lo más básico?

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No alardear

A veces se confunde ser guay con ir de guay y eso, creo yo, es en gran parte porque a la gente en general le gusta mucho alardear. La regla podría ser algo así: Quién es guay no necesita parecer guay. Simplemente: Es guay. Vamos, que no es necesario ir contando la enorme cantidad de sitios que has visitado, ni alardear de lo peligrosas que han sido tus anécdotas de viaje, ni siquiera contar al mundo lo transformadoras que han sido tus experiencias. Las tienes, son tuyas y son lo más importante. No necesitan ser contadas para ser una genial realidad. Así que sencillamente, disfrútalas y disfruta de su recuerdo. Y ya si acaso, luego, compártelo.

Y esto lo digo yo que tengo un blog de viajes…

😛

No compararte con todo el mundo

Este punto podría resumirse en un fragmento del anterior: Quién es guay no necesita parecer guay. Simplemente: Es guay.

Que si yo soy viajero y tú turista; que si yo viajo en hoteles de cinco estrellas y tú en hostels; que si yo pienso y reflexiono durante el periplo y tú solo te dedicas a vivir experiencias banales para no pensar; que si yo hago fotos súper pro y tu tristes selfies; que si yo voy a destinos exóticos y tú vas a Benidorm (…).

De verdad, ¿es necesario?

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No comparar el país que visitas con el tuyo

Partimos de que viajar es dejar atrás tu rutina, tu país, tus costumbres, tus circunstancias. Por eso, creo yo, de nuevo, de la capacidad de empaparte del lugar de acogida dependerá también un poco lo guay que seas como viajero. Tampoco se trata de que comas una comida que no te gusta, ni te vistas como ellos o tengas de repente su mismo carácter –no me entendáis mal-, pero de verdad, ¿es tan difícil entender que ya no estás en tu casa y como tal, no se aplican las mismas reglas?

Voy a poner un ejemplo que me sucedió hace ya unos cuantos años, pero que de tan llamativo que fue entonces para mí, no se me olvidó. Fue una noche en Perú, concretamente en la ciudad de Arequipa. Por la noche, durante las horas de sueño, ocurrió un pequeño temblor, que aún de baja intensidad, hizo despertar a todo el pequeño alojamiento donde estaba. Entonces me levanté, buscando sobre todo unas palabras de consuelo. Fue entonces cuando me encontré al dueño de la pensión haciendo sus necesidades en el baño, con la puerta entreabierta. Esperé unos segundos y finalmente, me explicó que era un pequeño temblor, que ya había acabado; que no me preocupara.

En ese momento apareció una señora, belga, algo alarmada-como yo- y aseguró:

-¡Esto en mi país no pasa!

(Sin comentarios)

camino

Ser crítico

Viajar en el concepto más básico –moverse a otro lugar- es una actividad simple. Pero intentar conocer lo más profundamente posible un lugar a veces conlleva ilusiones, expectativas, momentos complicados, situaciones de tensión o diferentes contextos que nos llevan a tomar decisiones. Por eso, me parece que un viajero que mole también debe ser en alguna medida crítico.

Con ello, me refiero a informarse, antes o durante, de la situación desde todos los polos del país al que viaja; e intentar probar o conocer por sí mismo las cosas para después juzgarlas. Pensar y reflexionar también, un poco, acerca de esa nueva realidad que le toca vivir.

Ser respetuoso

No hay peor actitud para viajar que hacerlo con altanería; sin miramientos. Por eso, creo que ser respetuoso con la gente que forma el país, con el medio ambiente o con los animales es también algo que creo que te hace un viajero más molón. Son esos pequeños detalles los que al final pueden hacer que además de conocer lugares geniales se potencie un turismo con efectos positivos; tanto para el mundo como para los lugares que visitamos.

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Disfrutar de lo que te gusta

Yo creo que no hay nada mejor en el mundo que ver a la gente disfrutar. Así que más allá de ir a un lugar e intentar en cierto modo conocerlo, creo que no debemos olvidarnos de las cosas que más nos gusta hacer. Tomarte una cerveza en un lugar bonito; hacer snorkel; refrescarte en una playa impresionante; perderte en un museo con buen arte; sentarte simplemente a observar las vistas; divisar un atardecer; disfrutar de colecciones de arte moderno; o de descubrimientos arqueológicos. Vive tu viaje como te apetezca. Porque no hay nada que me cause más admiración que alguien que aprovecha su vida para vivirla.

Si te ha gustado este artículo, te invito a leer más reflexiones de viajes que he hecho anteriormente en este blog

😉


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