1. Comienzos tediosos, recargados de detalles y sin ningún sentido del gancho. Es importante que la novela empiece de una forma atractiva para que el lector sienta ganas de seguir leyendo (y con esto no me refiero a arrancar con un hecho impactante, sino sencillamente a saber utilizar bien las palabras).
2. Demasiados personajes que aparecen de forma repentina, sin tiempo para retenerlos en la memoria. En las historias corales hay que tener cuidado porque los personajes, si no se presentan a un ritmo adecuado, pueden llegar a confundirse.
3. Largos fragmentos llenos de datos (sobre todo en novelas históricas): aburren. Por definición, novelar significa narrar un suceso con forma de novela, no de texto académico o periodístico. El autor no puede poner por escrito toda la información que ha encontrado al documentarse, sino que debe ser más sutil, conseguir reflejarla dentro de la construcción ficticia.
4. Personajes que se expresan igual, ya sea en los diálogos o en novelas narradas a más de una voz. Hay que trabajar la forma de expresarse de cada uno, del mismo modo que en la vida cada persona tiene sus dejes y sus muletillas.
5. Abuso de las casualidades, soluciones fáciles y trampas en general. La ley del mínimo esfuerzo no se puede aplicar a los libros: el autor debe pensar, repensar y planificar a fondo cada tramo del relato. Limitarse a escribir lo primero que se le ocurra y sacarse cosas de la manga insulta a la inteligencia del lector (que no es ningún crédulo).
6. Cabos sueltos. No hay nada peor que leer una novela tan poco trabajada (tanto por el autor como por el editor) que tiene cabos sueltos: tramas sin cerrar, un personaje del que no se vuelve a saber nada, detalles que tenían que aportar algo y después se olvidan... Me parecen una falta de respeto al lector.
7. Clichés. En algunas novelas pueden llegar a ser aceptables porque el género de algún modo los requiere, pero en general prefiero que no se recurra a las fórmulas de sobra conocidas y se ofrezca algo más profundo e interesante.
8. Más páginas de las necesarias. Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Un libro no es mejor por ser más extenso; al contrario, alargarse más de la cuenta es una de las principales causas del aburrimiento del lector. Hay que medir bien lo que se escribe, saber cuándo hay que extenderse y cuándo se debe ser conciso.
9. Historias que no saben a dónde van, es decir, tramas en las que no se ve un way-to-go, un hilo definido que anime a seguir leyendo. Se nota cuando se narran demasiadas escenas cotidianas en una novela de acción, cuando un personaje se entretiene en sus divagaciones... Momentos de punto muerto que pueden cargarse todo lo bueno hecho hasta entonces.
10. Faltas de ortografía, problemas de estilo y erratas. Si no se cuida el texto en los libros, ¿dónde se va a cuidar?