Edición: Rayo Verde, 2013 (trad. Julio Grande)Páginas: 240ISBN: 9788415539629Precio: 17,95 € (e-book: 7,50 €)Leído en catalán (Raig Verd, 2013, trad. Maria Rosich).
Gerbrand Bakker (Wieringerwaar, Países Bajos, 1962) escribió Diez gansos blancos (2010; Rayo Verde, 2013) cuando estaba pasando por una depresión, según explica en esta entrevista. Tanto esta novela como su debut, Todo está tranquilo arriba(2006; Rayo Verde, 2012), recrean la situación de un personaje abatido, a punto de desfallecer, que se refugia en las tareas cotidianas para no afrontar aquello que teme. En Diez gansos blancos, su publicación más reciente, la protagonista es una mujer neerlandesa, una profesora de universidad que alquila una casa de la Gales rural sin explicarlo a su marido ni a sus padres. Se marcha sola, con la única compañía del volumen de Emily Dickinson al que dedica su tesis. Aunque en su proyecto se propone demostrar que la poeta estadounidense está sobrevalorada, su decisión de aislarse, de recluirse en un espacio alejado del núcleo urbano y de su gente, parece imitarla un poco o, al menos, empezar a entender mejor su personalidad.En parte, el interés de la novela reside en descubrir por qué la protagonista huye, por qué ni siquiera desvela su verdadero nombre ni se muestra receptiva con los lugareños. Para ello, el autor alterna los fragmentos en tercera persona dedicados a su rutina en la granja con escenas ocasionales de las personas de su entorno, en los Países Bajos, que dejan entrever información sobre el pasado y están decididos a encontrarla. Pero no nos engañemos: Diez gansos blancos no es unthriller. Ni siquiera es una historia de intriga (ni falta que le hace). Tal como ocurría en Todo está tranquilo arriba, Bakker sobresale en la narración de lo diario, de lo íntimo; el detalle imperceptible que esconde un significado profundo. Si en su primera novela se trataba de un hombre maduro a punto de cambiar su vida después de haber pasado los años acaparado por su padre, en esta ocasión la transformación vital de la mujer está vinculada a aquello que oculta, unas circunstancias igualmente graves. En los elementos discretos es donde Bakker insinúa cada matiz de su personaje: la percepción obsesiva del olor de la antigua dueña de la vivienda, las salidas al centro de piedras, los paracetamoles antes de dormir.
Monte Snowdon, en Gales.
Además del carácter depresivo de los personajes, las dos novelas tienen otros puntos en común, como la ambientación en un espacio rural solitario y sin apenas aparatos electrónicos. El autor, jardinero de profesión y filólogo, conoce esta zona de Gales y enmarca con precisión el contacto con el entorno para una recién llegada que descubre con sorpresa los caminos y los animales, entre los que destacan los tejones, que la muerden, y diez gansos que desaparecen de forma progresiva desde que se instala allí. Los protagonistas, asimismo, comparten una afinidad por las letras a pesar del distanciamiento de la universidad; la sensibilidad para la literatura se compatibiliza con la rudeza del campo, dos mundos en apariencia opuestos. En ambas obras, por otro lado, aparece alguien decisivo que cambia el devenir del personaje: un joven que piensa solo en sí mismo. El contraste entre el muchacho inexperto, fresco, vital, choca con la monotonía del granjero y la profesora adultos, los perturba; y, en su papel de secundarios, los jóvenes se convierten en piezas fundamentales del desarrollo.La estructura también sigue unas pautas parecidas, aunque en su ópera prima utilizaba la primera persona: la acción comienza con la protagonista instalándose en su nuevo hogar, amoldando el mobiliario de una manera parecida a la que el granjero de Todo está tranquilo arriba hacía reformas en su casa; es como si el autor necesitara localizar el escenario en el que se mueven e identificar su ritmo de vida antes de continuar, algo así como colocar los pilares antes de construir el edificio. La escritura, pausada, fría, domina las elisionespara mantener el misterio en lo relativo al secreto de la mujer; y los diálogos, parcos, resultan muy realistas, porque a veces los gestos y las actitudes dicen más de cada uno que las palabras expresadas en voz alta (con Bakker se hace imprescindible leer entre líneas para entender). Con respecto a su debut, se aprecia un estilo más depurado y directo, no tan insistente en el relato de ciertas rutinas de la granja; una evolución frecuente en muchos escritores.Gerbrand Bakker