Written by Jaled Ibarra
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Desde un avión el océano es un desierto infinito. El azul
intenso marca el color de nuestro hogar en el Universo.
A través de mi pequeña ventanilla, que me permite sentir de
alguna manera que volamos a casi diez mil metros de altitud, observo con
detalle el paisaje que me rodea. Desde aquí el mar parece en calma y los
cúmulos en determinados lugares se muestran inofensivos como
nubes de algodón.
De vez en cuando pequeñas turbulencias delatan la fragilidad
de nuestra aeronave que se dirige sin pausa hacia el continente americano. En
un momento dado dirijo mi vista hacia arriba y el azul brillante alimentado por
los rayos del sol se satura en un añil que se acerca a la oscuridad del
espacio.
Un espacio donde la Tierra es una mota insignificante, una
partícula de polvo en suspensión entre millones más grandes que ella. Y me
pregunto como el hombre se puede complicar tanto la vida arriesgando con sus
irresponsables acciones la continuación de nuestro planeta, hasta ahora nuestra
única nave espacial.