Todo dio comienzo, por mera curiosidad, el día que decidí averiguar sobre Almas Gemelas.
¿Existe el alma gemela? ¿Es posible encontrarla? ¿Cómo sabemos que estamos destinados? ¿Por amar a una persona hallamos lo que creemos es el amor de nuestra vida?
Eso fue lo que yo me pregunté el día que me armé de valor para investigar sobre ello con teléfono móvil en mano.
Hallé artículos de todo tipo y entonces descubrí que el amor de tu vida no tenía porqué ser tu Alma Gemela. O tal vez el que debía ser tu Alma Gemela solo venía a tu vida para dejarte una enseñanza.
¡Vamos! Que podía llegar para alborotar el gallinero, y dejarte el alma devastada, confundida y ser como el huracán que arrasa con todo a su paso.
¿Pero qué pasa luego con los desperfectos? No lo sé, en realidad. Todavía estoy averiguando cómo no permitir que me dejen en ruinas.
No quiero dar lecciones sin más, vengo a contaros una historia atípica de amor, pero es mi historia.
También te advierto que será muy difícil de creer, pero yo la he vivido en mi propia piel y puedo asegurar que es cierta.
Así descubrí que el amor de tu vida puede ser alguien vital en tu vida, que te complemente, un compañero que te entienda y te pueda aportar felicidad, mientras que el Alma Gemela te obligará a hacer una lista de tus errores y convertirte en mejor persona, te dejará al descubierto el corazón.
¿Y de verdad crees que eso no va a doler?
Por eso yo decidí que lo mejor sería renunciar a mi Alma Gemela si aparecía, no podía ser. Pues bueno, te adelanto que la descubrí días después y, lamento decir, que la renuncia solo fue una utopía.