El principal reto de las familias es favorecer la autonomía de los niños y adolescentes. Los límites van permitiendo operar, a lo largo de la evolución del crecimiento, el paso desde la indefensión y la dependencia (el sujeto humano nace prematuro y necesita de un adulto para sobrevivir) a la autonomía. Buscamos por lo tanto en los límites, la función de hacer que los niños crezcan y no tanto que se conviertan en sujetos obedientes.
Todo esto debe producirse desde un sistema vincular siendo esencial el papel que los vínculos tempranos juegan en la constitución del ser humano. El ser humano es un ser social y es en el grupo (familiar, escolar, social) donde va constituyéndose.
En este sentido consideramos que en la construcción social de la subjetividad, cada sociedad busca el sujeto ideológico capaz de sostener y reproducir el orden dado y, en la actualidad, nos encontramos con sujetos torpemente vivos, que presentan dificultades en distintas áreas (en el reconocimiento de los otros y sus necesidades, en el manejo de conflictos, en el sostenimiento de vínculos), con sentimientos de vacío, de pérdida de sentido y que prefieren las redes virtuales-telemáticas a las socio-afectivas.
Los procesos de crecimiento saludable se están viendo fuertemente amenazados. La formación económico-social en la que vivimos se ordena al servicio de relaciones humanas mercantilizadas, características de un orden social centrado en la obtención de beneficios y que no tiene en cuenta las necesidades humanas. Este orden requiere para la convivencia social, sujetos individualistas y dependientes.
Los padres y madres tienen dificultades en la asunción de sus funciones debido al mundo cambiante en el que vivimos, donde se producen contradicciones sociales: cambios en los roles asignados al hombre y la mujer, dificultad para conciliar la vida familiar y laboral, falta de tiempo y prisas (exceso de información y estimulación), consumismo excesivo, abuso de nuevas tecnologías. Además se está produciendo el desprestigio del aprendizaje y del esfuerzo, la sensación de falta de perspectivas en el futuro, vacío de normas…
En la búsqueda de alternativas a estos niveles de precarización planteamos un descentramiento del eje que se centra en la enfermedad para observar el espacio de la vida cotidiana.
La vida cotidiana como ese espacio donde los seres humanos se relacionan entre sí y con la naturaleza para resolver sus necesidades. En esta vida cotidiana se dan muchos malestares que las personas sufren y que normalmente no se analizan ni cuestionan porque se consideran normales. Estos malestares constituyen la cultura de la queja, cobrándose precios excesivamente altos en enfermedad y en malestar.
Frente a esto proponemos un espacio grupal, como lugar operativo, de intermediación, donde se producen dinámicas que permiten interiorizar lo social-grupal facilitando procesos de subjetividad positivos.
A partir de los hechos cotidianos del día a día en el ser padres y madres, de sus dificultades y de los niveles de sufrimiento que ocasiona, brindamos un espacio grupal que permita un trabajo sistemático de análisis, reflexión y funcionalidad para favorecer un acto cooperativo que nos transforme a nosotros y a nuestros hijos y que produzca procesos de desarrollo y crecimiento personal.
El objetivo final es producir sujetos autónomos, críticos con el imaginario social impuesto, y capaces de desarrollar y crear nuevas posibilidades. Desde lugares así entendemos que otro mundo mejor es posible.
Paloma Barroso (psicóloga clínica).