Y es cuando te pones a arreglar la casa cual posesa y a sacar todos los aparatejos para el bebé cuando te cae el veinte que justo esto es lo que se le suele llamar “síndrome del nido”. Y acomodas por aquí, desacomodas por allá, nada te parece del todo “armonioso y zen” así que vuelves a desacomodar y a la media hora estás tan cansada que decides tumbar la ballena en el sofá, abrir una coca-cola y observar que ¡tú casa es un desmadre! Y de paso te pones a reflexionar…
Me entra la risa floja del nervio. Del nervio de ver que para “desmembrar” una Maxi-cosi hacen falta 8 manos. ¿Quién carajos inventó éstos inventos del mal que tienen fundas con ochentamilquinientos huecos, cinturones, cintas que guardan en sus orificios galletas María de hace dos años y medio?
Me entra la risa floja de que ya no me acuerde cómo colocar la Bugaboo. ¡Puf como pesa! ¿Esto era lo que yo definía como práctico? ¡Pero si me volví a dar en las pantorrillas como la primera vez que lo armé!
Me entra la risa floja de sacar una almohada de lactancia casi nueva, de comprar un Purelan, de ponerme “formador de pezones” y a la vez sacar biberones que están más viejos y usados que la tana pero que yo y mi síndrome de madre “guardalotodo” precavidamente almacené para los siguientes ocho hijos.
Me entra la risa floja de sentir unas patadas que te quitan el aire, al grado de hablarle por primera vez de tú a tú a Fetín y decirle “YO SOY TÚ MADRE” y que el niño vuelva a patear pasándose por la V de la Victoria mis advertencias y mi tono serio demostrándome el lado oscuro de la fuerza.
Me entra la risa floja cuando veo que el virus que inundó a la blogosfera poco a poco ha ido “dando a luz“. Y leo partos buenos y leo partos malos. Y leo que muchas se quedan deseosas de “poder haber tenido un segundo parto como lo planearon y no fue así”.
Me entra la risa floja de ver a Critter querer ser una “hermana mayor” pero a la vez tirar a su Nenuco a la basura porque le gusta más no tener hermanos y ser “mi bebé”.
Me entra la risa floja cuando me pregunta Critter que si Fetín tomará tetita o biberón y que si a ella le di tetita también. Vale…aquí casi me hace llorar y tuve que echar la mentira piadosa ¿qué se le va a hacer?
Me entra la risa floja de imaginarme zombi postparturienta con fajas que soportan una tripa flácida, con unos pechos florecientes que no caben en ninguna parte, con un color amarillento verdoso que no quita ninguna BB cream del mercado y con un cansancio que te hace replantear querer firmar la renuncia antes de tiempo.
Me entra la risa floja de lavar la ropita y ver ¡que pequeños e indefensos son los bebés! pero más de saber que ¡inocentes somos las madres! porque tenemos ropita para complicarnos hasta decir basta cuando los bebés deberían estar vestidos con body cruzado y un pijama de fácil acceso.
Me entra la risa floja de comprar alcohol del 70 y acordarme de la “cosilla” que me daba limpiar el ombligo. De recordar la cantidad de caquitas que cambia uno al día y de la maldición de las cacas explosivas que salen por la espalda y que manchan los bodies de un amarillo mierdoso que es cuasi imposible de quitar.
Me entra la risa floja de pensar que volveré a estar pendiente de respiraciones, que lloraré ante el milagro de la vida, que dejaré de estar hor-MÓNICA y que volveré a viajar en la parte de atrás del coche entre un bebé y una niña maréandome de no ver bien el camino ni saber bien cómo “manejar a dos” a la vez.
Díganme que no, que la segunda maternidad no es así, que no me ría porque ya no soy
primeriza porque por mas que me lo repito siento que será el inicio al eterno retorno del desmadrear y de recordar que las madres no tienen ni un segundo de soledad...