Estos días la palabra dignidad tiene un sentido global.
Hoy, cuando escribo esto es 25 de marzo de 2014 y hoy enterrarán con dignidad en la Catedral de Ávila y todos los honores de Estado al que fuera Presidente del Gobierno Español Adolfo Suárez; el primer presidente democrático de nuestra era reciente.
Digo que estos días hay que hablar de dignidad, pues el 22 de marzo de 2014 se produjo en la capital del Reino de España (Madrid), una marcha en la que la palabra dignidad campeaba en todas las marchas de todas las regiones de España que concluyeron en la plaza de Colón de dicha capital.
Estas marchas eran un conglomerado de diferentes sectores y organizaciones que pedían, fundamentalmente, pan, techo y trabajo.
Dignamente en dicha manifestación se pedía algo tan esencial como poder vivir con dignidad.
Dignidad que también pedían los miles de discapacitados y dependientes, que por culpa de los recortes presupuestarios diseñados por la troika, están ahogando la vida de personas con la anuencia de los poderes públicos mirando siempre hacia otro lado, que atentan contra la dignidad.
¿Es mucho pedir a los poderes públicos que los ciudadanos surquemos nuestras vidas por un sendero en donde impere la dignidad de las personas?
Ya se que en esta vida tenemos que tener presente la máxima inexcusable de la propia vida que no podemos soslayar y no es otra que nacemos, crecemos y morimos, pero mientras estamos en ese camino conociendo el final, lo menos que debemos de pedir a esos poderes públicos (que por cierto hemos puesto los mismos ciudadanos en esos puestos de poder) es exigirles tener un camino en la vida con un mínimo de dignidad, y ya que tenemos que dejar este mundo que al menos sea con dignidad.