Revista Educación

Dignidad

Por Siempreenmedio @Siempreblog

dignidad y empleoEl otro día me escribió una persona pidiendo consejo y ayuda.

A mí.

Al margen de mi peculiar trayectoria profesional (peculiar por llamarla de alguna manera) tengo una serie de principios (pocos, pero dolorosamente enraizados) que a veces me ciegan y no me dejan ver más allá. Principios consolidados a base de algunos palos y unas cuantas decepciones. Principios madurados con el tiempo y la experiencia. Principios que pueden cambiar, pero que ahora tienen un cariz meridiano. Y es que cuando esta persona con un currículum envidiable, una formación magnífica, unas ganas de seguir aprendiendo que ya las quisieran muchos, y el ánimo y la entereza de pedir consejo y ayuda a gente del ramo, cuando esta persona, digo, me escribe y me dice “confieso que estoy algo desesperado; estudio y además trabajo gratis”… cuando, repito, esta persona me escribe estas frases, me entran unos mareos y una frustración que no tienen nada de sanos…

No soy nadie para entrar a valorar las necesidades de nadie. Mis propios principios han ido cambiando con el tiempo. ¿Quién no se ha dicho eso de “es solo al inicio, para coger experiencia”? “Sólo será por un tiempo, para aprender”. “Cuando sales de la carrera no sabes nada del mundo laboral, la empresa invierte tiempo en formarte”… Vaya, qué bien, ¿no? Que nos están enseñando y perdiendo el tiempo con nosotros. Que nos hacen un favor, en definitiva. Como si ese tiempo fuera menos valioso y la formación que hay detrás pura broma…

Pues les voy a decir una cosa: hace ya unos meses, una buena amiga de otro ramo me dijo: “He hecho algo que un día me aconsejaste y estoy muy orgullosa de haberlo hecho: he dicho que NO”. Ahora tiene contrato y un sueldo que tira a digno. Antes trabajaba sin contrato (¡¡!!), si había dinero (¿qué broma es esa?) le pagaban algo (una miseria) y echaba más horas que un reloj… ¿Aprendió mucho durante su paso por esos entornos de explotación? Yo se lo digo: ella vale mucho, sabía hacer su trabajo perfectamente, y lo único que le enseñaron en esos sitios fue a descubrir, por un lado, el morro que tienen muchos a la hora de engañar con las frases hechas de “lo que vas a aprender aquí” y, por otro, la cantidad de gente que se lo cree y traga, creyendo que valen menos y les queda mucho por aprender. Mentira. Mi amiga también aprendió, con el sudor de su frente, a decir que no. Pero no es necesario pasar por ahí para descubrirlo. Yo ya decía que no antes. Me lo enseñó mi padre y se llama dignidad.

Como contaba el grandísimo José Luis Sampedro, Salvador de Madariaga lo explicaba mejor en la introducción de su libro “España” (1931), cuando a un jornalero, para comprar su voto, el capataz le daba dos duros. Dice el autor que el jornalero le tiró los dos duros al suelo y respondió: “En mi hambre mando yo”.


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