Normalmente, la mayoría de los emprendedores no suelen estar preocupados por la producción o prestación del servicio objeto de su negocio. Pues, después de todo, suele ser lo que han estado haciendo en los últimos años o aquello que realmente les gusta hacer. Incluso si se trata de una nueva actividad siempre será posible aprender suficientemente rápido para hacer un buen trabajo.
Este suele ser un planteamiento típico en aquellas/os emprendedoras/es que van a dejar su puesto de trabajo para trabajar por cuenta propia.
Sin embargo, esta posición puede llevar a un callejón sin salida en la nueva aventura empresarial. Al inicio, la persona emprendedora -o el equipo de emprendedores- realizan todas las actividades de la empresa: ventas, producción, administración, etc. A medida que crece el negocio se empieza a delegar las tareas menos “vitales”, normalmente empezando por la contabilidad, actividad que casi ningún emprendedor desea realizar.
El negocio sigue creciendo y hay que contratar más personal: una secretaria, un ayudante, incluso un vendedor. Pero la emprendedora/or sigue metida en la producción (especialmente si el negocio es de servicios). Al cabo de un tiempo puede llegar lo que podríamos llamar “muerte por estancamiento”. No es que la empresa cierre necesariamente; de hecho puede funcionar bien. Sucede que ya no puede crecer más.
Todos los empleados están al máximo de trabajo; los emprendedores también. No se pueden aceptar más pedidos y, si se aceptan, la calidad empieza a deteriorarse. Y así se van acumulando una serie de problemas de diversa índole que se aceptan como normales de un negocio en marcha… hasta que se desaparece del negocio.
Lo que ha sucedido es que se han ido delegando funciones no “vitales” pero el emprendedor no se ha apartado de la “principal” que es hacer aquello que representa el núcleo del negocio: cortar el pelo, llevar contabilidades, hacer programas, cocinar los pasteles, hacer casas, lo que sea que fuera la actividad encarada. ¿Y cómo va a ser de otra forma?. El negocio empezó porque la/el emprendedor era buena/o haciendo eso y si deja de hacerlo la empresa ya no tendrá futuro.
Sin embargo con esta “estrategia” se han conseguido dos cosas: saturar al máximo la capacidad de producción de la empresa (o sea, el tiempo de trabajo del emprendedor) y olvidarse de dirigir la empresa (actividad, por cierto, que a nadie se le ocurre “delegar” en otros). Independientemente de los problemas que pueda comportar el haberse olvidado de “dirigir” la empresa -que se puede imaginar qué consecuencias puede traer-, la mala gestión de la capacidad de producción ha colapsado la empresa y, consecuentemente, su futuro.
¿Negocio o Empresa?
Una de las decisiones más importantes a tomar al crear una empresa es decidir si lo que se desea es tener un negocio o tener una empresa. Los estudios sobre el hecho emprendedor han determinado que existen dos tipologías principales de emprendedor: el que desea tener un negocio y el que desea crear una empresa.
En un negocio, el emprendedor es la pieza fundamental. Es la situación típica del profesional liberal que puede llegar a tener un negocio de cierto tamaño pero cuya capacidad de producción estará limitada por el propio creador.
En una empresa, la/el emprendedor crea una estructura independiente de su persona que adquiere personalidad propia. El caso extremo es el de la franquicia: se crea un concepto de negocio y luego este concepto se vende para que lo “usen” otros emprendedores.
Esta distinción determinará de entrada como plantear la producción en la empresa. En el caso del negocio, la capacidad de producción es finita: como máximo lo que aguante el “físico” del equipo emprendedor o emprendedora. Habrá pues que gestionarla con sumo cuidado (por razones más que evidentes de salud personal).
En el caso de la empresa, la producción es una función más a “delegar”. Hay que evitar por tanto caer en la trampa de supeditar el crecimiento de la empresa a la capacidad personal del equipo emprendedor. Éste debe dedicarse a dirigir la empresa y a desarrollarla, no a “producir” por muy bien que lo hagan.
Este problema es, de hecho, algo que debe plantearse y resolverse en el Plan de Organización y no en el de Producción. Pero sucede a menudo que hacerse las preguntas adecuadas sobre la futura organización de la empresa, y qué papel va a jugar cada miembro del equipo emprendedor es, como mínimo, “complicado” al tratarse de temas relativos a personas en lugar de relativos a números. Resulta entonces fácil caer en aquello de “ya pensaremos en ello más adelante, ahora hay que hacer el trabajo” y se acaba llegando a afectar a la producción y al propio futuro de la empresa.
Fuente http://www.mujeresdeempresa.com/negocios/100601-dilema-emprendedor-negocio-o-empresa.asp
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