Lo que pasa, yo creo, es que estoy sobrepasada. En ese amor nuevo, ese amor que me atraganta y que me ha transformado por completo, se ha perdido la escritora y ha dado paso a una mujer que tiene miedo a escribir sus sensaciones y caer en todos los tópicos de la maternidad. Pero entonces todavía hay esperanza para la escritora, ¿verdad? Porque si se hubiera ido para no volver, la mujer no temería los clichés ni los lugares comunes y los vertería en sus páginas virtuales sin la menor vergüenza estética. Así pensaba yo este verano cada vez que me acordaba de lo abandonada que tenía La Letra Escarlata. En fin, son cosas que pasan, a veces es necesario que los muebles cojan polvo para decidirse a hacer una limpieza general. No soy otra persona, pero sí que he cambiado. Sigo siendo la misma loca de la época victoriana que existe entre libros y cuyo modo de vida es el feminismo, pero mi esencia ha variado, no era una composición inalterable, ahora vivo con un nudo en la garganta permanente.
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