Y es que, por lo visto, el nombre que nos pongan al nacer puede marcar nuestra personalidad y hasta nuestro destino. Eso dicen, aunque yo no creo que sea siempre así.

Es normal que los padres ya no quieran llamar a sus hijos Tiburcio ni Frumencio, ni Cunegunda ni Cristeta. Pero ¿por qué ha de ser mejor llamarse Yotuel que Fernando? ¿O Aroha en vez de Isabel?Muchas veces los progenitores, en su afán de ser originales y creativos, y en su deseo de que su niño destaque sobre los demás, no se dan cuenta de lo fácil que es pasarse de la raya y caer en lo ridículo. En esa búsqueda del nombre insólito hay quien se inspira en películas o series de televisión americanas. Pero claro, como no ven los nombres escritos y se fían del oído, pasa lo que le pasó a una familia que bautizó a su hija Sue Ellen. El problema era que lo escribían ‘Suelen’.Por esa misma razón hay en España niños llamados ‘Yonatan’, ‘Yeremy’, ‘Yeimi’ (Jamie) o ‘Braian’ (Brian).Lo de ponerle a los niños nombres extranjeros se da mucho en los barrios populares, donde abundan también las Jessica, Yasmín, Ingrid, ‘Reichel’ (Rachel) o Jennifer. Y ello da lugar a escenas costumbristas como la de la señora que, asomada a la ventana y a grito pelado, decía: “¡Jeniii! ¡Dile a la Ingri que se suba p’arriba!”
(Continuará)