Tengo que terminar un escrito y la inspiración se fue con él, debo de hablar con ella para entregarle lo último que me queda, así que me fui a donde la vida huele mejor; madera vieja, café espresso e historias infinitas, hace años vengo acá y hoy especialmente hoy huele a cliché, hojas, tinta, café y comienza a llover a cántaros, me siento junto a la ventana a esperar que algo nazca de mis dedos, el escenario es perfecto para escribir pero estoy en cero desde ese invierno en el que todo se llenó de escarcha, en donde la hipotermia de ese adiós todavía me da escalofríos, procuro no voltear hacia atrás porque el alma cruje como cuando viertes el whisky sobre hielos. Me niego a tomar tinta de una herida abierta, aunque con lo melodramática que soy sé que serían unas líneas exquisitamente funestas y certeras para ese escrito pendiente, mas no me da la gana parir letras que duelan y al final se mueran partiéndome en dos en un luto de lo que nunca más será.
No hay letras pero sí un estado ideal para escuchar todo eso que me dice la lluvia, así como una esas casualidades que viene gritando en silencio llega esa mirada de abismo que invita a caer y yo que estoy completamente desplumada se me antoja volver a volar, entre ese pantalón de lino color arena, camisa empapada azul cielo y esa barba a medio crecer delineándose como un poema que quisieras leer con la piel mojada, lo veo como se ve una pintura en un mural con todas las ganas de ver las pinceladas de cerca por un par de vidas. Reposo mi cara sobre los puños y llegan a mí un estallido de palabras que quieren nacer y todas están desnudas como esa mujer que aunque se ve frágil le gusta que la cojan como si la quisieran romper. No soy yo, es la lluvia que empapa todos los pensamientos, no soy yo, es él que luce intacto como cuaderno nuevo para escribir, no soy yo, es el destino que me voltea la cara con una caricia de posibilidades, no soy yo, es la urgencia de sentir algo más que añoranza, no soy yo, es el todo coludido con la esperanza de que me vuelvan a matar y resucitar en una sonrisa, en una carcajada que dice que todo está bien.
A veces se buscan letras para escribir y aparecen personas de quién escribir. Lluvia, dime su nombre para saber de quién he de morir una vez más, que las alas crecerán cuando vaya cayendo.
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