Hace unas semanas pidieron mi dimisión a viva voz, sin cortarse un pelo, en un acto público en medio de la gran plaza de mi ciudad. ¡Mi dimisión! ¡Ja, ja, ja! ¡Casi me parto! Yo, que soy un alcalde magnífico, que estoy en esto de la cosa pública por mi propio interés -¿por qué si no?-, tengo que escuchar tremenda estupidez. La gente es ignorante. Aún cree esas chorradas de que la política está al servicio del pueblo.
Imagen extraída del portal http://www.terra.es
Resulta que los muy imbéciles -los ciudadanos, lógicamente- dicen que no he cumplido mis promesas electorales. ¡Ja, ja! De verdad, es que no puedo parar de reírme. No puedo creer que haya quienes crean que me presenté a las elecciones para hacer un trabajo por el bien común. ¡Qué ridículo! La verdad -y no hace falta ser un crack para adivinarlo- es que mi único interés estaba en enriquecerme a costa de todos los demás.
De hecho, soy bueno porque he conseguido mi objetivo: multiplicar por diez mi patrimonio en estos años que llevo dando la cara. Es lo que hace la mayoría de mis iguales, ¿no? Bueno, es cierto que hay algunos políticos, totalmente residuales, que se creyeron aquello de que la política era el arte de ejercer el poder público, de gobernar o de ocuparse de los asuntos públicos para beneficio de una comunidad. Allá ellos.
Tengo la gran suerte de vivir en España. Aquí, el verbo dimitir debería desaparecer hasta de los diccionarios. También me han contado que algunos colegas europeos lo han hecho por boberías, al ser relacionados con casos de corrupción. ¡Por favor! Otra palabra que deberían eliminar de los diccionarios hispanos, la corrupción. Ser corrupto está hoy a la orden del día, es lo más. ¿Cómo podría haber conseguido yo lo que tengo de no haber metido la mano en la caja?
Ya sé que ahora vienen nuevas elecciones y que tendré que soltarme el rollo ese de que “nos dejaremos la piel, si es necesario, por lograr un lugar más justo, solidario y donde los servicios públicos estén a la cabeza del ranking de calidad de toda Europa”; que “reduciremos el paro porque pondremos todos los recursos en la lucha contra esta lacra del desempleo”; que “haremos un reparto justo de la riqueza del país”; y que “pagarán más los que más tienen y protegeremos a los que menos tienen”. Cosas de este estilo. Pero lo mejor es que la mayoría me cree, oye. Por eso soy un buen político, ¿a que sí?
PD: cualquier coincidencia con la realidad no es más que el fruto de la propia realidad.