Revista Sociedad

Dimito

Publicado el 21 abril 2013 por Bloggermam

DimitoDimito porque alguien tiene que dimitir. Dimito en vista de que los responsables eluden ese sano ejercicio de reconocer que no sirven. Dimito porque yo no sirvo para aguantar a la panda de ladrones que nos someten.

Alguien tiene que dimitir, para reconocer que lo ha hecho mal. Pero ninguno de los interfectos lo hace porque cuando un necio se agarra a un puesto, no atiende –ni entiende- razones, no lo suelta hasta que se le golpea con una vara fuertemente en las manos, hasta que sangre, hasta que suplique, y se quiebren los huesos que le mantienen agarrado a un sustento que no merece. Y no lo soltará sin insultarte restregándote que sus derechos se asientan en tus obligaciones.

La gran red de ineptos apalancados es eficiente. Lo cual pone de manifiesto que no hace falta ser muy listo para subirse al poder, sólo es necesario tener unas enormes tragaderas y hacer favores que luego te devolverán. Mientras hagas eso los otros necios tu cubrirán las espaldas. No tienes que dimitir, ellos tampoco dimitirán. Se compran voluntades, se pierden pruebas, todo es presunto y hacer la vista gorda en pos de valores inventados se convierte en la religión salvadora de todos los tontos que quieren aplaudirles.

Dimito de mis cargos públicos que hasta el momento se limitan a tener un pasaporte que provoca vergüenza en el portador e hilaridad en el que lo ve fuera de las fronteras hispanas. Un país que se gobierna desde despachos en los que no hay políticos y con capital en Alemania no es digno de respeto en ningún lugar decente.

Dimito. No quiero saber nada de la pequeña costra podrida de poder que cubre España. Dimito pero no me voy. Sólo dimito y me considero completamente libre de hacer lo que me plazca. Si pudiera no pagaría impuestos, puesto que todo es privado y no veo que lo que sea público se está haciendo bien. Lo hago a regañadientes porque a diferencia de los que no dimiten, yo sí que iría a la cárcel.

Dimito. No tengo ningún interés en esforzarme en que se perpetúe un sistema en el que no dimite el rey aunque su familia esté pringada hasta el cuello, mientras gente humilde es expulsada de sus viviendas para quedar endeudado abusivamente y de por vida con los bancos que se reflotaron con sus impuestos.

Dimito para ver si por algún tipo de reflejo simiesco dimite Mariano Rajoy, y todos los secuaces que han estado recibiendo sobrecitos de ladrones de impuestos. Y en cualquier caso ¿qué pinta en el gobierno alguien tan poco honesto que hace todo lo contrario a lo que decía en su programa electoral y todavía trata de justificarlo como un niño mal criado? Además esta vez puede que incluso le agradezcamos que no dé la cara y que dimita usando un plasma.

No dimite ni Rubalcaba, que pinta menos que un cura en un palacio, y cuya última estupidez es prohibir los billetes de 500 euros para evitar la corrupción. Deberían dimitir todos los miembros del PSOE que lo han convertido en un partido de derecha.

No dimite nadie, a pesar de que tengan a toda la familia viviendo de informaciones, de favores. No dimiten los políticos corruptos porque presuntamente la justicia es imparcial.

Dimito como español. Estoy hastiado. No me apetece nada esforzarme por mantener un país que me negará la pensión hasta una edad a la que probablemente no llegue vivo. Sí, ya no hablo de que me haga trabajar hasta los setenta años, porque no hay trabajo para nadie, y menos cuando su experiencia aumenta hasta el punto de exigir sus derechos y mandar a la mierda a cualquier jefecillo con el cerebro bien lavado.

Un país en que la constitución sólo sirve para justificar la derogación de leyes autonómicas, pero no para garantizar los derechos básicos de la gente humilde. La vivienda es un artículo de especulación, un lujo que sólo esté al alcance del que esté dispuesto a pagar un dinero excesivo durante décadas a un banco, arriesgándose a perderlo todo cuando le desahucien al perder el trabajo.

Todos los esfuerzos de construir una educación laica, gratuita y de calidad se han ido al garete en quince años. Se fomenta una generación de tontos que se queden y que digan amén. Evidentemente los que a pesar de todo ello adquieran sabiduría y capacidad crítica, se irán fuera en busca de un trabajo digno.

El derecho a una sanidad gratuita y de calidad se ha convertido en una serie de sangrantes tasas que van a engordar los bolsillos de otros necios, que comercian con la miseria de la gente. Yo no quiero que mi salud dependa de la cuenta de resultados de una empresa privada, no quiero que se valore si curarme es rentable para alguien preocupado en recibir contratos del estado.

Bancos que convierten a Alí Babá en un mero aprendiz. Un iluso que sólo consiguió llenar una cueva de tesoros con sus fechorías. Bancos en los que no dimite nadie por haber robado con acciones preferentes los pequeños ahorros de gente humilde, para mantener en el poder a políticos que harán que no haya ningún culpable, que nadie dimita, que ningún responsable pague por sus actos criminales.

Pensiones que me hacen ver mi ancianidad como una sucesión de visitas a cubos de basura para alimentarme mal y poco. Y por poco tiempo, porque alguien que está cobrando una pensión y gasta medicamentos no es productivo para los necios.

Empresarios que no dimiten a pesar de no tener ni idea de cómo llevar su negocio hacia adelante y cuya único éxito radica en despedir gente.

Cada vez salimos a la calle más a la desesperada sabiendo que los necios lanzarán a los antidisturbios y a los periodistas en contra de las voces que claman justicia social. Es mucho mejor dimitir y tratar de buscar el modo de garantizar a mis hijos una mejor vida, quizás en otro país, en el que pueda luchar por conseguir oportunidades. Aquí es imposible.

Aunque siempre queda la esperanza que  seamos intransigentes con los que no dimiten e ir a sus casas decirles que están despedidos. Que no queremos que sigan trabajando para nosotros, por ladrones, por ineptos, por tontos.

Mientras prefiero apartarme y disfrutar de las personas, del cálido clima de este lugar apartado de los centros de poder, sentir la cotidiana lucha por conseguir mejorar la vida otro día más.

Hay demasiadas pocas metafóricas balas para acabar con tanto gilipollas que no dimite.

keagustitomekedao

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