Revista Comunicación
A SEPARATION
data: http://www.imdb.com/title/tt1832382
“A separation” es la película iraní ganadora de la última entrega del Oscar en la categoría Mejor Película Extranjera. Era número puesto antes de la ceremonia y, hay que reconocer, merecidísimo el premio recibido. “A separation” tiene los ecos de un drama trágico, esa situación en la que un protagonista, no importa lo que haga, va sumergiéndose, por imperio de circunstancias externas, en un infierno del que no puede salir. En lo que es básicamente un drama judicial, Asghar Farhadi (guionista y dirección del filme) aprovecha para hacer una radiografía de su país. No utiliza el trazo grueso, ni la observación enunciativa. Ése es su mayor acierto.
Farhadi ha dicho que “la tragedia clásica es entre el bien y el mal. Nosotros queremos que el bien triunfe y el mal sea derrotado. Pero, la batalla en la tragedia moderna, es entre el bien y el bien. Y no importa qué lado triunfe, terminaremos con el corazón roto” (fuente: www.imdb.com). Es una buena definición de “A separation”. La escena inicial nos presenta a un matrimonio ante el juez, solicitando el divorcio. Ella, Simin, alega que, ahora que ha salido la visa para irse del país, su esposo Nader no quiere acompañarla al exterior, con la excusa de que tiene que cuidar a su padre, afectado de Alzheimer. En el medio, está la tenencia de su hija, Termeh.
Ése es un falso inicio. No vamos a ver un divorcio. Vamos a ver un conflicto judicial. Sin su esposa en casa, Nader contrata una mujer (creyente y embarazada) para cuidar a su padre. Se presenta una discusión y Nader saca a empellones a la mujer. Ella lo demanda porque lo acusa de haberla empujado y que, por ese motivo, perdió su embarazo. Ése es el conflicto. Porque Nader se va hundiendo progresivamente en los vericuetos judiciales, contraataca, tuerce la ley para replicar el golpe, y se llega al punto, que por más que se intente llegar a un acuerdo, las posiciones extremas de los protagonistas lo impiden. El final no puede ser más que malo para todos. Porque nadie quiere ceder de sus posturas “justas”.
En el contexto del drama central, se retrata a un Irán alejado del país oscurantista y teocrático. Si obviamos las imágenes de las mujeres enfundadas en su burka, los exteriores de Irán son similares a los de cualquier ciudad occidental de desarrollo medio. Pero, esos brochazos de fanatismo religioso, quiebran la comparación. Son la nota discordante que nos sugiere la existencia de dos Irán: el del moderno e intelectual matrimonio demandado y el del fanático e ignorante matrimonio querellante. Como al pasar, se recita la frase de un manual de historia que le leen a Somayeh, la niña del filme. “Durante la era sasánida, el pueblo estaba dividido en dos clases: la clase superior privilegiada y la clase baja del pueblo común”. Ésa frase es el dedo en la llaga de Farhadi en su mirada de Irán. Lo que vemos es una sociedad dividida en dos fragmentos: una, avanzada, podría adecuarse al Primer Mundo sin dificultad; la otra, no ha logrado pasar a la modernidad. El Corán es el elemento de distinción de esas clases, el recurso que la clase sumergida esgrime para clavar su revancha sobre la clase acomodada. Hay un abismo que los separa: conceptual y económico. Y por como se da la interacción, a través del grito y de los eslóganes del fanastimo, parece que hay una sola opción: abandonar el país, como se lo propone Simin desde un principio.
Ésa es la verdadera tragedia que plantea “A separation”: cuándo hay que abandonar la lucha (sea la de un matrimonio, sea la de un país) porque ya no hay posibilidad de cambio posible. Cuándo quedarse o cuándo irse, cuál es la diferencia entre poner el hombro o inmolarse.
Anoto una escena clave: la mirada de Termeh (la hija adolescente del matrimonio acomodado) a Somayeh (la niña del matrimonio sumergido), en un momento crítico de la trama. Termeh se da cuenta que no habrá futuro para Somayeh en ese Irán. Que el futuro de esa niña, no será su futuro. Que no crecerá, estudiará, tendrá un pensamiento propio. Posiblemente replique el condicionamiento cultural de su madre. Aunque el filme no lo contesta, personalmente siento que en ese momento Termeh decide emigrar con su madre.
La otra gran línea que cruza la trama y el Irán, es el machismo. La conducta terca de los hombres es el ingrediente que lleva a la tragedia. Ni Nader ni Hodjat son capaces de expresar sus sentimientos ni sus debilidades. No ceden, no porque no quieran, sino porque un hombre no cede. Y cualquier cuestionamiento a ese dogma, ni siquiera es planteado. Ambos pierden lo que más quieren, pero sufren, en silencio, sin dar el brazo a torcer. También hay dos Irán: el de las mujeres y de los hombres. Y tampoco parecen reconciliarse.
Del muy buen elenco de “A separation”, señalo a Leila Hatami quien me hizo acordar, en algunos planos, a Ingrid Bergman. Mañana, las mejores frases.