Durante el período de los estados guerreros, China se dividió en siete reinos y algunos estados pequeños, incluyendo a los ahora débiles Zhou. Sin embargo, el rey Quin consiguió derrotar a todos los contendientes y erigir el primer gran imperio de China. Adoptando el título de Qin Shi Huangdi y siendo el primer emperador, construyó un extenso país. El nombre de China deriva de Quin, por señalar otro aspecto importante que esta dinastía legó a su tierra. Otra de las cosas que merecen mención, fue la organización del ejército, las leyes, el comercio y la educación, pues instituyó un único sistema de escritura. También son famosos sus 7 mil guerreros de terracota que mandó esculpir, los cuales fueron enterrados con Quin al fallecer, para que así tenga perenne protección. Durante esta dinastía se dio inicio a la construcción de la célebre Muralla China.
La dinastía Han
Pero cuando Qin murió en el año 210 a.n.e., estalló una guerra civil, la cual fue ganada por la familia Liu, que estableció la dinastía Han. Respetaron muchas de las reformas vanguardistas de Qin y en los siguientes dos siglos China alcanzaría un gran desarrollo y reconocimiento en la región. Conquistaron parte de Corea y Vietnam. Geográficamente se ubicaron primero en Chang-an, donde establecieron su capital y pasaron a ser identificados entonces como los Han del Oeste o Han occidentales. Durante estos tiempos surgen también los contactos con occidente, gracias a la seda, manufactura que generó gran demanda por Europa creándose así la célebre ruta de nombre homónimo, consolidada totalmente a partir del 100 a.n.e. Los Han occidentales gobernaron hasta el año 9 d.n.e., siendo el emperador Wang Mang el último. En el año 25 la dinastía Han recuperó el poder, pero mudó la capital al Este, por lo cual es conocida esta etapa como la de Han oriental. Si bien no fueron las mejores épocas para China, se inventó el papel (aprox. hacia el 105 d.n.e.) y la porcelana. La dinastía sufrió una nueva guerra civil que la llevó a su ocaso hacia el 220.
La anarquía y la dinastía Jin
El imperio formado por la dinastía Han finalmente se disolvió debido a las sublevaciones y guerras civiles, en tres reinos, los Wei al Norte, Wu al Sur, y Shu al Oeste. Las invasiones bárbaras fueron otro motivo por el cual la nación unificada por los Han se esparció por diversas partes del país. Pasaron cuarenta largos años de lucha, y los Wei se hicieron con el poder en Luoyang estableciendo la dinastía Jin (265-420 aprox.). Este linaje hizo hasta lo imposible por mantener una China ordenada y unida, pero le fue extremadamente difícil. ¿Razones?: desastres naturales, bárbaros y crisis internas como saqueos y sublevaciones. Hasta el año 316 resistieron cuando los Xionghu asaltaron y capturaron la capital, haciendo prisionero al emperador, el cual tuvo que cederles la parte oeste y el norte del río Amarillo, trasladando la capital a Nankín. Así se da inicio a lo que los historiadores consideran la dinastía Jin oriental. Pero ni con esto se logró la unión, pues comenzó la anarquía. Según el historiador Grimberg, este período se le conoce como la Era de las tribus bárbaras y de los dieciséis reinos. China se dividió en la zona Norte y Sur. En la parte septentrional transcurrieron dos largos siglos en los que la nación quedó bajo dominio de varios grupos mongoles-tungús o bien algunos de algunos caudillos que hablaban tibetano-tanguto. Los Jin mientras continuaron ejerciendo el poder al sur hasta su disolución a inicios del siglo V d.n.e. (420 aprox.).
La Era de las seis dinastías
China volvió a pasar un período de amplia inestabilidad al sur cuando los Jin cayeron, aún mayor que en décadas anteriores. Las dinastías se sucedieron una tras otra en cortos períodos y si debemos contar a la Jin, le siguió Song (420-479), Qin (479-502), Liang (502-557), Chen (557-589) y Sui (589-618); de esta última hablaremos en un párrafo aparte. Al norte del país no le fue mucho mejor pues siguió estando bajo el influjo de varias tribus turcas como los tabghach, las cuales defendieron las fronteras de las tribus mongolas.
La dinastía Sui
La dinastía de los tabghach se dividió en dos, las cuales dominaron el noroeste y noreste respectivamente. Finalmente un ministro llamado Yang Jian consiguió unificar el reino al norte, y ocho años más tarde fundó la dinastía Sui. Asimismo se hizo con el imperio chino del sur, gobernado por los Chen, y tras la toma de Nankín, el país quedó totalmente unido otra vez.
Los años siguientes fueron de gran inestabilidad política, en la cual la mayor amenaza fueron los turcos occidentales que estuvieron cerca de la capital Chang gan. Pero los chinos se aliaron con los turcos orientales y lograron librarse de la amenaza. El hecho es que ante la debilidad a causa de la división en el mundo turco del Lejano Oriente, los chinos dirigidos por el emperador Yang ven la posibilidad de librarse de aquellos molestos vecinos. Así ocupan Turfán, y la dinastía Sui se hace con las rutas conocidas como los oasis del oeste, la cual permitía la comunicación con Persia y la India. Yang también trasladó la capital a Luoyang y sólo su residencia se quedó en Chang-gan. Entre ambas ciudades existieron unos 40 palacios que las comunicaban. Trajo gran apogeo al país, pero demostró ser humano, pues atacó Corea en varias expediciones entre el 612 y el 614. No logró su objetivo y tuvo que retirarse costándole pérdidas humanas y materiales. Decidió ampliar la Gran Muralla, pero fue frustrado ante el ataque de los turcos orientales. Yan sufrió rebeliones internas a su regreso de la guerra y fue asesinado.
La dinastía Tang
China pasó por seis años de anarquía y guerra civil, hasta que Yuang el gobernador de Shanxi, fundó la dinastía Tang. Él mismo cambió su nombre llamándose Daizong. Adquirió gran poder y pudo rechazar a los turcos de los territorios chinos del Tarim. Esto significó una ampliación de sus fronteras, lo que le permitió un mayor contacto con Europa y Medio Oriente. A pesar de las infaltables crisis de sucesión, para muchos la dinastía Tang es sinónimo de un período de gran progreso cultural, conocido como la Era Dorada de China. No en vano se introdujo la impresión sobre papel, se inició la producción de libros lo cual se convirtió en un inesperado auge literario y artístico; de hecho, en el año 868 se produce por impresión de bloques de madera el libro impreso más antiguo encontrado hasta el día de hoy, llamado Sutra de Diamante. Los cristianos, mazdeístas, musulmanes e hindúes pudieron conocer más de la China de aquel entonces. El budismo hacia el año 845 fue la única religión proscrita. La dinastía Tan permaneció hasta el 906-907 aprox. cuando empieza a colapsar por luchas internas. China finalmente se sume en casi medio siglos de conflicto entre diferentes estados.
La dinastía Song
Finalmente, la dinastía Song fundada por el general Zhao Kuangyin logró unificar el sur del país, pero se tuvo que olvidar del norte donde gobernaban los mongoles kitan. Tampoco tuvo éxito al desalojar a los tibetanos de los tangutos del noroeste. Para mantener la paz a menudo los emperadores de este linaje tuvieron que pagar grandes tributos. Por dentro, China por igual tenía graves problemas pues la política se dividió entre dos partidos, los conservadores y los reformistas. Ambos trajeron mejoras o retrocesos para la sociedad de la época, dependiendo de sus puntos de vista sobre uno u otro ámbito, como por ejemplo el comercio, la educación, las relaciones exteriores, etc. Así pasaron décadas hasta que llegó la era del emperador Huizong, quien, preocupado porque su pueblo se nutra de conocimiento, cometió un gran error: tratar de recuperar Pekín aliándose con la tribu jürchen de Mongolia contra los mongoles kitan.
Los aliados vencieron, pero los jürchen se rebelaron y marcharon hacia el sur, y tanto el emperador como su hijo fueron hechos prisioneros y deportados a Manchuria. Pero el segundo vástago había conseguido escapar y proclamándose emperador, se llamó Gaozong. Estableció la paz con los enemigos de China y los Song se vieron obligados a retirarse al otro lado del río Yangtsé, el cual divide China en dos. Se declaró como nueva capital a la ciudad de Hangzhou. Es durante este período también, que los chinos consiguen aprender a usar la pólvora.
Los mongoles
Los mongoles desataron toda una ola de terror sobre Asia amenazando indios, musulmanes y hasta cristianos. Los Song se aliaron a ellos, para salvar el pellejo y recuperar el norte del imperio, y en efecto, tras nueve años de guerra y según los historiadores unas 18 millones de vidas, se consiguió recuperar la capital Pekín. Los jürchen entonces pagaron su soberbia. Pero los Song también fueron conquistados por los mongoles varios años más tarde. Así se dio inicio a la dinastía de los Yan o Yuan. La misma que conoció Marco Polo a su llegada a esas tierras. El gran Khan mantuvo una política de tolerancia entre musulmanes, budistas, cristianos, nestorianos, chamanes y las propias costumbres chinas milenarias, lo cual trajo bastante paz y estabilidad al imperio.
La dinastía Ming
El rey Yesun-Temur fue uno de los últimos reyes Yuan verdaderamente destacados. Pero como siempre, China tenía problemas desde adentro, más graves, inclusive, que la galopante inflación, pues una sociedad secreta llamado el Loto Azul empezó a generar controversias en el país anunciando la venida de un monje budista mesías. Varios de los seguidores de esta religión ocasionaron desmanes en China hasta que uno llamado Zhu Yuanzhang se hizo con Nankín y después marchó sobre Pekín. El emperador Tofhn-Temur huyó hacia el año 1368 refugiándose en Mongolia. El usurpador se autonombró emperador y dio inicio a la dinastía Ming. Este soberano destacó por sus dotes como buen gobernante, pero con rasgos despóticos. Transcurrió el tiempo, y este linaje se degeneró transformándose en un aislamiento general del país, con tendencias de intolerancia y xenofobia, interrumpiéndose el tráfico comercial y el intercambio cultural con el resto del mundo. Sólo algunos gobernantes mandarines consiguieron que los portugueses instalen colonias y se permita una tenue evangelización por parte de los jesuitas.
La dinastía Manchú
Sin embargo, a inicios del siglo XVII, apareció en la frontera norte pueblos de raza tungusa que decía descender de los jürchen. Nurchaci era quién los lideraba y se apoderó de Manchuria meridional y fue detenido sólo frente a la Muralla China la cual estaba cargada con cañones. El hijo de este caudillo, Kan Abakai, continuó presionando las fronteras hacia el 1630; pero de donde vino verdaderamente la presión que derrumbó a los Ming, fue desde el ámbito rural, donde los líderes campesinos, siendo el principal de ellos Li Zicheng, se apoderaron de Pekín sin combatir. El último emperador Ming se suicidó. Pero desde el norte los extranjeros o manchúes, (llamados así por venir de Manchuria), tampoco reconocieron a este gobierno. Los que aún favorecían a la dinastía Ming se aliaron con ellos para derrotar a los sublevados chinos y lo consiguieron. Sin embargo, los manchúes una vez en el poder no quisieron abandonarlo y proclamaron como primer emperador de la dinastía manchú al nieto de Abakai, el cual tenía siete años.
Intentaron traer paz a China, evitando el recuerdo entre los pobladores el origen extranjeros de los gobernantes. Así entonces se redujeron impuestos, se realizaron obras públicas, se reconocieron las tradiciones y se intentó abrir las puertas a los extranjeros. Rusos y holandeses llegaron con numerosos tratos comerciales, pero fueron rechazados. El emperador Kang-hi, por otra parte, se dedicó a detener a las fuerzas rusas que intentaban expandir sus fronteras por Manchuria. Sin embargo, a pesar del respeto que China quiso impartir a su imperio para con las potencias europeas, y la tolerancia hacia otras religiones, no se pudieron evitar algunos problemas. Por ejemplo, el Papa criticó y calificó de idolatría las lecturas del confucianismo, a lo cual este emperador reaccionó proscribiendo el cristianismo en su imperio. De ahí en más, China iniciaría un efecto contrario: se intentó alejar de Europa, nido de la civilización por aquel entonces. De aquí debemos nombrar al emperador Qianlong, el cual sometió Tibet, Nepal, Kachgar y Djungaria. Fue también el que recibió a una embajada inglesa en 1793 y a la compañía holandesa de la Indias orientales dos años más tarde. Debido a la presión de este poderío, el emperador permitió un comercio tenue en Cantón. Otro de sus aciertos por aquellos años, consistió en derrotar a los mongoles en el Asia central, trayendo gran desarrollo agrario e industrial a su patria, la cual tampoco dejó de lado el intelectual, pues Qianlong construyó una biblioteca que se dice contenía hasta 36 mil volúmenes. Gobernó durante sesenta años y trajo gran prosperidad a China en los dos primeros tercios de su gobierno; sin embargo, quizá por el dinero, o tal vez por la corte que le rodeaba, el emperador se tornó decadente y permitió el aumento de la corrupción. Cuando murió en 1799 dejó a su país sumido en rebeliones interiores.
La mayor parte del siglo XIX, la dinastía manchú cayó en franca decadencia y las potencias occidentales no vieron con menosprecio esta aptitud. Así estallaron conflictos como las famosas guerras del opio, en la que China quedó sometida a la voluntad de los británicos y es más se vio obligada a abrir sus puertos y hasta entregó Hong Kong a los europeos anglosajones, ciudad que estuvo bajo su dominio hasta la década de los noventa del siglo XX. En 1853, la decadencia en la que se había hundido el país, hizo estallar protestas de los rebeldes Taiping. La dinastía manchú se vio obligada a pedir ayuda a los europeos, a cambio de abrir aún más sus puertos al comercio legalizando además la venta de opio. Se cree que la guerra civil fue la más cruenta de la historia del mundo, con ciudades destruidas por montones y causando la muerte entre 20 a 30 millones de seres humanos, según diversas fuentes. Espantoso, teniendo en cuenta que la guerra duro casi tres quinquenios. De ahí en más el país de la Gran Muralla tuvo grandes problemas sociales, económicos y políticos, y además de ingleses, los franceses, rusos, japoneses y alemanes se fueron haciendo con territorios chinos. Sin agregar que gracias al tratado de Shimonoseki, los manchúes reconocieron la independencia de Corea y entregaron Taiwán a Japón. Esto significó un gran descontento entre la población, la cual organizó una sublevación en 1900 conocida como la Rebelión bóxer, dirigida por un grupo secreto llamado la Sociedad de los Puños Armoniosos. Embajadas fueron sitiadas, extranjeros asesinados y cristianos perseguidos. Las potencias europeas reaccionaron, y con la cooperación de Japón y Estados Unidos, terminaron por sepultar la revolución. De todas maneras, los manchúes, el último linaje de China, tenían los días contados, pues tras el surgimiento de los nacionalistas, estos consiguen derrocar al último emperador en 1911, acabando así con la historia de las dinastías.