Revista Opinión
Estaba oyendo la radio y como casi siempre, de repente, ponen una cuña publicitaria, en la que me hizo reparar sobre lo que es el dinero.
El anuncio en cuestión venía a decir -más o menos- como aquella canción de la película "El violinista en el tejado"..."Si yo fuera rico" ¿Os acordáis?
En la cuña, a la que me estoy refiriendo, destacaba un especie de ¡¡Puff!!, cuando pregunta alguien a otra persona que qué es lo ha haría con 17 millones de euros, el premio del sorteo que se anuncia en cuestión. ¿Hacer? ¿Comprar? ¿Atesorar? ¿Viajar?
Pero, en realidad, lo que se me grabó en mi pantalla fotográfica de mi mente, es que esa cantidad no entra, ni de lejos, en lo que nos han robado durante muchos años, no solamente estos últimos cuatro años, que también. Esto ha sido un robo a lo grande.
Estamos hablando de dinero grande, de esas cantidades ingentes de billetes de 500 euros que dan para muchos ¡¡Puff!!
Luego existe ese otro dinero normal, ese que ha servido y sirve para ir guardando pensando en alguna ilusión para poder realizar algún capricho que en algún momento habíamos imaginado.
Pero el dichoso dinero, es un medio, no un fin, aunque últimamente nos hagan ver, lo que nos quieren hacer ver.
El dinero, a mi entender, en realidad es algo abstracto, ya que tan pronto es real, como que desaparecen en maletines de algunas habitaciones de familiares de los chorizos.
Nos han birlado de nuestros impuestos pagados 'religiosamente', ese dinero que han transformado en cosas muy tangibles como por ejemplo el ático de Estepona, que el dueño se empeña en decir que no es suyo.
Fincas compradas por corruptos, banqueros, traficantes, tanto de personas como de drogas, y como no, esa montaña de asesores que hay que pagar por los servicios prestados al poder de turno.
En fin, nos contentaremos con tener el dinero suficiente para ir tirando del carro de la vida, que tampoco está mal.
Lo que no entiendo muy bien es ese afán que algunos tienen, en general, de empeñarse en ser lobos para los seres humanos.
No se dan cuenta que cuando nos vayamos de este mundo, no nos llevaremos nada, por poco o mucho que hayamos acumulado dinero.