Si tras “Españoles en el mundo”, “Madrileños por el mundo”, “Andaluces por el mundo”, “Melillenses por el mundo” o “Cocineros españoles por el mundo” creíste que ya lo habías visto todo... Prepárate, porque hoy comenzamos “(Cómics de) dinosaurios españoles por el mundo”, la crónica de una lamentable “fuga de cerebros” que se ha convertido en crónica, valga la polisemia. Lo peor es que nadie parece ser consciente de que, si las viñetas que te vamos a mostrar se hubieran publicado aquí, medio planeta mataría por comprar nuestros cómics. Y la cosa viene de antiguo.
Freddy Barton, el audaz (1961), uno de los trasuntos hispanos de Flash Gordon
Si en algún momento llegó a existir una industria del cómic en España, fue durante la Segunda República, cuando irrumpen y proliferan las revistas dedicadas en exclusiva al género, se introducen las tiras norteamericanas –en particular, tuvo una gran influencia sobre nuestros artistas Alex Raymond- y se generaliza el uso del bocadillo. Desgraciadamente, la Guerra Civil cercenó todas sus posibilidades, y muchos artistas se exiliaron para huir de las represalias del bando vencedor. En cualquier caso, los tebeos fueron el principal medio de entretenimiento de la chavalería de posguerra.
En los 60, llegó la televisión y comenzó el declive de la popularidad de las viñetas. Ya entonces, la censura había impulsado a muchos autores a publicar allende nuestras fronteras, en busca de una mayor libertad creativa. De hecho, en la segunda mitad de la dictadura, más del 40% del cómic español se realizó a través de agencias con las que los editores complementaban sus finanzas. La industria internacional apreció el talento de nuestros artistas en lo que valía y pronto se convirtieron en valores seguros para cualquier editor. Así, al tiempo que aquí las tiradas descendían y los editores iban recortando personal, comenzó una fuga de cerebros que ha ido en aumento hasta el día de hoy, cuando –tras el breve paréntesis del boom del cómic de los 80- publicar en España se ha convertido ya en una odisea casi irrealizable [1] mientras editoras como Marvel o DC se rifan a nuestros creadores.
Con esta escultura de un fósil de tiranosaurio frente a la Puerta de Brandeburgo, el sector cultural reclamó más ayudas al gobierno de Merkel en diciembre del año pasado
Pero basta de cháchara y comencemos nuestro viaje. En esta primera entrega, como Alfredo Landa en la película dirigida por Pedro Lazaga en 1971 de la que hemos tomado prestado el título, nos trasladaremos hasta Alemania. La aportación española a la industria del cómic germano anterior a la caída del muro se concentró en la República Federal de Alemania.
Fix y Foxi en "Isla Sorpresa"
El clásico infantil por excelencia de la RFA fueron los zorritos creados en 1953 por Ralf Kauka Fix und Foxi, desarrollados desde 1968 –siempre con guiones de Kauka- por los dibujantes de Bardom Art, labor a la que se suma en los 80 la agencia Comicup de José Cánovas. Entre sus páginas, debemos destacar “Das Geheimnis der Dinosaurier” (“El secreto del dinosaurio”, 1987) de Jaime Mainou o “Überraschungs-Eiland” (“Isla Sorpresa”, 1989) de Antonio Fernández Pons “Tony Fernández”.
Andrax
La postapocalíptica Andrax fue un encargo de Bardon Art a Miguel Cussó/Jordi Bernet para el mercado alemán, fue serializada en la revista Primo de Rolf Kauka a partir de enero de 1974, de donde pasó luego a Zack, editada en asociación entre Kauka y la editorial Coral. También se publicó en Portugal e Italia, pero hasta 1988 no llegó a España. Un atleta es criogenizado para despertar dentro de 2.000 años en un mundo inhóspito y primitivo, donde han regresado los dinosaurios. También apareció en Zack (y en Super As en Francia), Gigantik (1979), ambientada en un asteroide con fauna de inspiración mesozoica, con guión de Víctor Mora y dibujos de José María Cardona.
Gigantik
No podemos terminar esta presentación sin dejar de lanzar al mar una botella con un aviso para navegantes, una llamada desesperada a la acción. Que el cómic no sólo es cultura, sino que puede ser considerado como el “Noveno Arte”, ya quedó patente en Bordighera en 1965, donde sirvieron de notarios intelectuales como Alain Resnais, Federico Fellini o Umberto Eco. Y la cultura es el principal patrimonio de un país. De modo que, ahora que el Gobierno os da facilidades con el “bono cultural”, gastadlo (no sólo, pero también) en cómics. Menos banderitas que, cuando llega la hora de la verdad, se arrojan a la basura para huir a paraísos fiscales. Si queréis que España ocupe el lugar que le corresponde a nivel internacional, ayudad a impulsar la industria comprando tebeos. Y no me digáis que no se puede: El precio medio del cuaderno grapado es de 3,4 € por 42 páginas y el de los libros de 11,6 € por 188 (tapa blanda) ó 21€ por 173 (tapa dura) [2].
El arte de Bernet
-----[1] En 2019, el cómic supuso el 2,6% de la facturación editorial global y sólo un 15% fue de producción nacional «La industria del cómic en España en 2019» (Tebeosfera) y «Avance del Análisis del Mercado Editorial en España: Comercio Interior» para el mismo periodo (Federación de Gremios de Editores de España).[2] Íbidem.