Federico Amorós había hecho un paréntesis en Roberto Alcázar para marchar a Grafidea, donde creó seríes como Chispita (1951, dibujos de Ambrós), que abre este post en alegre charla con una de esas bestias de inspiración dinosauriana habituales en Júpiter, bajo los lápices de A.Biosca. En los 50, Amorós creó también algunas series para Maga, como Milton el corsario o Yuki el temerario.
Huracán (1960, Manuel López Blanco), uno de los últimos héroes de Maga
En los 60, la televisión y el repunte de la censura terminaron con la producción de tebeos de Maga, que se dedicó a los cromos hasta su cierre veinte años después. Gago se retiró, aunque en los 70 volvió a colaborar con Valenciana y retomó al Guerrero del antifaz hasta su muerte.
CromHistoria, colección de cromos de la editorial Maga de 1967
Valenciana consiguió capear el temporal con Roberto Alcázar y sus tebeos al estilo Bruguera como Jaimito (1944) y Pumby (1953), e incluso recuperó El guerrero del antifaz en 1972, sobreviviendo (desde 1975 como Ediciones Edival) hasta 1982.
No sólo en Júpiter, también en Venus hay dinosaurios (by José Luis Macías)
Capítulo aparte merecen las novelitas de ciencia-ficción de Valenciana, como la serie Luchadores del espacio, que incluye la Saga de los Aznar (1953-78) de Pascual Enguídanos “George H.White”, premio a la mejor serie europea de ciencia-ficción en 1978 en la EuroCon de Bruselas. Las cubiertas se deben a dibujantes de cómic de la casa como Tomás Porto, José Luis Macías, Vicente Ibáñez Sanchís o José Lanzón.
Tomás Porto
José Lanzón
Vicente Ibáñez Sanchís
Matías Alonso realizó una adaptación de la Saga de los Aznar (sin conexión alguna con Ana Botella) al cómic en 1959, que ya vimos por aquí, a la que hay que añadir otra del luego pintor Antonio Guerrero (1932) en 1978, de la que hemos seleccionado esta soberbia portada:
Por cierto, que Guerrero tenía ya experiencia en dibujar dinosaurios, ya que había debutado veinte años antes en la madrileña Editorial Rollán con Rock Vanguard (1958), junto al guionista Miguel González Casquel. Obviamente, se nota la progresión del dibujante novel al artista maduro.
Y así, lo que son las cosas, con la portada de un dibujante malagueño para una editora madrileña, terminamos nuestro repaso al cómic valenciano, que llenó de aventuras e imaginación los patios de recreo y las habitaciones de todos los niños de la geografía española de posguerra.