¿ Dios bendiga a los dominicanos y al diablo con los haitianos ?

No habrá Dios que te bendiga si se sigue con estás consignas, habiendo remedio como lo hay y no hará falta que este escrito sea un recordatorio que haga madurar las feas intenciones de fustigar a un pueblo que huye de la miseria, al parecer hacía otro campo de infortunio como destino final.

Hay una noticia resumida de la periodista Adriana Peguero en Listín Diario, en la que dice que el Consejo de Migración de la República Dominicana advirtió que el Estado dominicano tomará medidas necesarias para evitar "los ingresos de ciudadanos ilegales que impliquen una carga irrazonable para las finanzas públicas, incluyendo mujeres en estado de gestación, igual o posterior a los seis meses de embarazo".

Sin duda lo explicitado en el párrafo anterior se refiere a la insostenible y seria precariedad económica que está atravesando el gobierno en materia económica, no únicamente el destinado a salud, que se ve vulnerado por el excesivo número de parturientas haitianas que dan a luz (30.724 en 2020) en la aparente fértil, porque ya no lo es, República Dominicana, que en verdad no puede hacerse cargo de una secuencia natural de una vida mal entendida en los momentos de incertidumbre actuales, pero no es óbice ni valladar que no se podría comprender que la no asistencia de una mujer que va a dar vida a otro ser, después de permanecer escondida para no ser deportada se vea en tal triste situación, y tampoco entenderíamos que hubiese galen@ algun@ que trasgrediese su código deontológico de asistencia a quien lo necesita, a pesar de las directrices políticas que rayarían el salvajismo cautelar con claros indicios de contribuir a la persecución y homicidio de un pueblo que quiere sobrevivir, aunque no entienda que traer hijos al mundo dentro del hacinamiento y el desorden, en su caso en un error innecesario que debería recibir aleccionamiento y condón.

Entendemos que el Gobierno de Luis Abinader, que siempre ha dado muestras de misericordia y respeto adelantando sus valores humanos, no puede tomar decisiones tan drásticas ni inverosímiles a la conducta humana, y que sí de verdad quisiera ayudar a su vecino, que en gloriosos momentos de fortaleza inversora se nutrió de una mano de obra haitiana, ahora no puede mirar a otro lado cuando hay estafadores y sinvergüenzas al otro lado de la frontera que provocan con su no hacer nada, los males que ellos serían incapaces de superar en un siglo de dictadura, lo que nos hace apuntar que sería necesario un acto de piedad, como sería entrar en Haití con sus 82.000 soldados, excelentemente preparados a bayoneta calada, eliminando obstáculos de bandas que matan y secuestran, destronando al nuevo rey y primer ministro con pistola y cartera Ariel Henry, para proponer en un acto de solidaridad la grandeza de repartir pan que a buen seguro la comunidad internacional no tendría reparos en suministrar, además de iniciar el repunte de construcción de un nuevo país con otro modelo más enriquecedor de educación y predisposición, apoyado y secundado por el espíritu emprendedor de República Dominicana, lo que por ende ya no sería necesario otro muro para frenar lo imposible.

Y frente a los hipócritas que podrían criticar una intervención militarizada dominicana de ayuda humanitaria sin OEA inútil y ni multi-arañas, decirles simplemente que su ignorancia sobre el hambre y la ansiedad de los perseguidos y capturados para ser trasladados a un campo de exterminio llamado República de Haití, además de importarles a ustedes una defecación de elefante, serían ustedes peores que esos delincuentes que se aprovechan de las vidas errantes y miserables de los demás, que al parecer enriquece a muchos.

Y en cuanto al PRM vigilen más sus formas, y por supuesto sus intereses, empezando por investigar a muchos de sus correligionarios en puestos clave que siguen la misma doctrina que en el pasado, y es posible que a lo mejor fuesen algo más razonables y condescendientes con esas posturas intransigentes, que pueden hallar lesa culpa por la "matanza" indirecta de inocentes en distintas formas, como la de abandonar al necesitado a su suerte que pide auxilio y cobijo.