Razones de locura generosa: Tengo que reventar y dar nuevo impulso a las horas a que corran rápidas para hacer larga y llena la vida del hombre. Ser algo y saberlo es enloquecer, porque un absoluto se asfixia en el alma. El tiempo es una digestión lenta de lo indefinido. Quisiera capturar al dios que en mí vive, hacerlo pedazos y darlo como trigo universal a todas las cosas. Dios es sólo humana impotencia si no se hace inconmensurable banquete.
Soy una nada si se me compara con mi propio infinito. Así, soy menor que yo mismo si se me compara, y soy mayor que yo mismo si se me aprovecha. Mi pecho es recipiente del mundo, que se excede en la melancolía porque rebosa atroz generosidad. Como un monarca en prisiones mi alma yace, torturándose con la memoria de su perdida grandeza. Esto es locura sólo porque mi aspecto es menor que mi intención… pero el Sol es inerte e irracional, y a los ojos de la dignidad es menos noble que mi voluntad: El Sol se consume para nutrir, se desmigaja para amamantar, y yo, que tengo sentidos y razón, me consumo sin producir, ardo sin otorgar. Mi consunción debiera ser más larga, más dadivosa, porque en la misma medida en la que excedo al sol en nobleza, se deduce la desproporción de mi desdicha si me limito a los bordes de mi alma
Hoy nos parece una generosidad superflua hablar del alma y de inteligencias separadas. Entendemos porque aprendemos: toda nuestra historia se hace tiempo. El tiempo se ha metido a golpes en todo. ¿Para qué postular un entendimiento que hace todas las cosas y otro entendimiento que recibe todas las cosas? ¿Hace cuánto tiempo se razona si es corruptible o eterno? Sin embargo, si me entiendes, es cosa tuya afirmar que cada uno entiende de forma distinta: eso es un caso excepcional de enfermiza soledad. La existencia de un entendimiento común ya no nos lleva a discutir si existen las nociones abstractas: Eso es medieval: Nos conduce a saber si somos un aislamiento perfecto: total e incomunicable individualidad. El problema de los universales se moderniza en el conflicto de la angustia. De todos modos, tampoco lo puedo negar del todo: entendemos que estamos todos muy remotos y que jamás nos hemos tocado con una sola palabra que sea platónica o común: Hemos pillado un universal: hasta se podría decir, que si tenemos todas las propiedades distintas esto indica que tenemos una propiedad en común: Ésta: soledad consciente, abstracta y vacía: Platón sea bendito. ¿A quién le importa o consuela? Incluso: Admitamos que tenemos un entendimiento agente que convierte en inteligible lo sensible, y que éste es externo, común y eterno. Admitamos también que tenemos un entendimiento paciente que recibe lo que le mete el agente y es interno, individual y corruptible. ¿Qué cambiaría? Que cuando yo entendiese toda la lógica, ésta subsiste sin mí. Su eternidad construye mi soledad. Podemos entender porque no podemos vivir al modo en que vive lo que entendemos. Bonita cosa. Supongamos ahora que el entendimiento agente sigue siendo interno, individual, pero incorruptible. ¿Qué novedad habría? Que la muerte y el olvido quedarían separados: mi carne destruida seguiría razonando; discurriendo sobre una humanidad que hace tiempo ha fusionado en identidad su pasado y su futuro, porque hace una eternidad que todos sabemos las mismas cosas, y todos somos el mismo hombre y ese hombre está muy solo con sus abstracciones sin vida.