Revista Libros
Siempre que leo o escucho a alguien decir “Dios es” recuerdo mi posición hace ya catorce años respecto al tema. Fui criado en un ambiente donde “Dios” ya estaba conceptualizado y era tantas cosas que no había espacio para una búsqueda ni para una mirada desde lo personal, a pesar de que se hablaba de un Dios personal no había chance para hacerlo propio.
Hoy “Dios sigue siendo”, y su existencia parece que ya no va dependiendo de los conceptos establecidos por los que vociferan ser los portavoces oficiales, vamos emergiendo generando escenarios que permiten planteamientos nuevos, perspectivas nuevas, y que aparentemente no pretenden controlar lo que Dios es. Pero algo debemos tener claro: Dios seguirá siendo lo que nuestras construcciones apunten. Inevitablemente cada era se hará su imagen, o imágenes, y cada imagen será bandera y cada bandera excitará los ánimos de unos y la sumisión de otros.
¿Qué podemos hacer para que la dinámica sea productiva en términos de “reconciliación”?
Creo que el asunto va más allá del afán de definir a “Dios”, pienso que el teólogo de hoy debe asumir un reto y “manchar” su rol con un desempeño inclinado hacia el afán de la construcción de estructuras débiles que sirvan de bases para los escenarios que emergen y creo que “Dios” podría ser mucho más que un instrumento para el control a través de los sistemas religiosos, “Dios” podría ser la plataforma sobre la cual puedan construirse esas estructuras débiles.
Si insistimos en decir que “Dios está entre nosotros”, si vamos a seguir afanados en dibujar su imagen con nuestros postulados, doctrinas, “anti-doctrinas”, filosofías, deconstrucciones, incluso con nuestros multiformes ateísmos… ¿por qué no dibujarlo para todos? ¿Por qué no hacerlo útil a todos? ¿Por qué no presentarlo como un camino extendido hacia un horizonte donde el porvenir es libertad y búsqueda? ¿Por qué no sembrar en el alma de nuestra era como carácter y condición natural el derecho al acercamiento a la idea de “Dios” desde una verdadera perspectiva personal sin que el resultado de la búsqueda genere prejuicios y señalamientos? ¿Por qué no apuntar en contra de las “estructuras fuertes” con las que intentan posicionarse los diferentes sistemas religiosos y monopolizar la idea de Dios a conveniencia exclusiva?
El Dios cristiano es exclusivo, le pertenece a los cristianos mientras el cristianismo dice pertenecerle a él, pero la verdad es que es un instrumento ideológico que le ha permitido posicionarse y en la actualidad ese “mal uso” de “Dios” nos arroja consecuencias negativas frente al deseo de la construcción de un mejor aparato social, la exclusividad de Dios es, a mí parecer, “la madre de los elementos” de la imagen tradicional de la divinidad y por lo tanto lo primero que debemos rechazar si en verdad deseamos ir a tono con la libertad pregonada por el Cristo cuando “tomando a Dios como su instrumento” se afanó por “tocar a todos”.
Ahora, ¿podrá hablarse de aceptación sin aceptar la imagen de Dios trazada por el cristianismo que hemos heredado? ¿Podrá hablarse de pluralidad cuando no se está dispuesto a tolerar la existencia de dogmas y doctrinas opresivas? O de una forma más personal, ¿cómo hablo de aceptación si no estoy dispuesto a aceptar los elementos que reflejan la imagen de Dios construida por el cristianismo o cualquier otro sistema religioso? ¿Cómo hablo de tolerancia si no estoy dispuesto a “tolerar” a quienes encarnan las posiciones dogmáticas y pregonan doctrinas opresivas y apunto constantemente en contra de ellos?
Creo que la necesidad de un nuevo génesis de Dios debe impulsarnos en primer lugar a apuntar en contra de las semillas que germinando constantemente en términos de control y opresión no permiten espacio para las “estructuras débiles” que no garantizan la trascendencia de un sistema pero sí la libertad de búsqueda y la renovación constante de los elementos con los que se caracteriza la idea de Dios. Por lo tanto, no se pueden aceptar aquellos elementos que atentan contra un posible mejor escenario, ellos deben mutar; así, sí el queremos aceptar el dogmatismo como un carácter de un nuevo escenario habrá que darle una utilidad acorde al bienestar y al afán de “renovación constante”, es decir, cambiar su intención y finalidad, lo mismo con la utilidad de las doctrinas y todos esos caracteres que durante siglos ha emanado el cristianismo. Entonces podremos darle una mejor significancia al Dios entre nosotros.
Finalmente quiero dejarles esto que escribí hace ya casi un año, como un llamado a reflexión respecto a la imagen impuesta por los sistemas religiosos sobre “Dios” y las distintas imágenes que podrían representarlo:
¿Y si Dios es duda y oscuridad? ¿Y si él es silencio y soledad? ¿Y si Dios es valle de sombra y no sólo la compañía en el valle? ¿Y si Dios es sed? Esa misma que habló en la cruz, ese "tengo sed" que agonizaba. ¿Y si Dios es debilidad? Esa de la que hablan algunos solamente para intentar resaltarse.
¿Y si Dios es la sonrisa de la abuela que sigue viva alimentándose de tus logros y con orgullo hace de tu esfuerzo un mito entre sus compañeras mientras juegan bingo? ¿Y si Dios es la hermosa mirada de tu hijo de siete años, cuando te ve llegar ignorando que con impotencia y frustración te limitas al régimen de visita impuesto por el Estado tras tu divorcio? ¿Y si Dios también es el suspiro de la mujer que amas cuando te ve llegar? ¿Y si es el abrazo de tus padres cuando después de largos meses vuelves al pueblo?
¿Y si Dios es esa sonrisa que se te escapa un viernes por la noche cuando estás reunido con tus amigos compartiendo una pizza mientras ven una película? ¿Y si Dios es ese saludo tímido que arrojas al otro lado de la calle y que es correspondido por ella? ¿Y si Dios es ese "todo estará bien" que pronuncia tu amigo, ese "todo estará bien" tímido e inseguro pero deseado y necesitado? ¿Y si es la tranquilidad que sientes cuando es pronunciado aunque esa tranquilidad dure sólo un segundo? ¿Y si Dios es ese "te amo" que cuando lo pronuncia ella hace que la oscuridad y la luz sea un mismo elemento en los atardeceres? ¿Y si Dios es el llanto de tu hijo que recién nacido se anuncia en tu existencia?
¿Y si Dios es el abrazo de tu hijo menor, de cinco años, que un lunes en la noche te redime de todas tus culpas? ¿Y si es ese segundo que disfrutas tomando la mano de la chica que amas? ¿Y si es la espera mientras se acerca el momento que tanto soñaste? ¿Y si Dios es ese mate que compartes con tus amigos un sábado en la tarde? ¿Y si es el café que te tomas a las seis de la mañana antes de salir al trabajo mientras piensas que todo está mejorando?
¿Y si Dios es esa alegría que resplandece con vida propia cuando estás conversando con alguien que apenas conoces y te das cuenta que han recorrido las mismas veredas, sin coincidir, hasta llegar a un mismo escenario? ¿Y si Dios la melancolía que susurra en tu alma un "pronto llegarás a tu hogar"? ¿Y si Dios es esa sed de hogar y el sentimiento de peregrino que te impulsa a seguir caminando?
¿Y si Dios es un dibujo torpemente trazado por tu hija de seis años con el que intenta reflejar cómo te percibe y te siente a su lado? ¿Y si Dios es esa pregunta de tu amigo ateo que te desestabiliza y te hace pensar que tal vez Dios no es como piensas? ¿Y si Dios es la primera lluvia de mayo, esa que cae justo cuando llegas al pueblo de tu niñez después de meses de ausencia? ¿Y si Dios es ese soplo que apuntas contra las velas del pastel de cumpleaños, soplo que esparces con felicidad porque están todos tus amigos y toda tu familia a tu alrededor?
¿Imagina usted un sistema que se apoye en estas débiles figuras acerca de un Dios? Sin duda, no sería un sistema sino un escenario, y la fe sería entonces un clamor silencioso carente de orgullo...