Dios identificará a los suyos

La visita a la ciudad medieval de Carcassonne constituye una gratísima experiencia, digna de ser recomendada, no en vano se trata del conjunto medieval fortificado mejor conservado de cuantos salpican nuestro occidental modo de entender los tiempos.

En su visita he recordado un pasaje memorable de nuestra historia: el de la cruzada que en el siglo XIII se estructuró en contra de los albigenses, un movimiento espiritual que surgió por escisión de la que entonces era una Iglesia Católica de moral que, por excesivamente distraída, resultaba más que cuestionable.

Los albigenses se afincaron en el País de los Cátaros, nombre con el que también se les llegó a conocer, una región del sur de Francia cuya capital fue y sigue siendo Carcassonne. En 1.209 el Papa Inocencio III, en un clarísimo apoyo a la dinastía de los Capetos, proclamó el heretismo de este movimiento y la lucha por su abolición en el contexto de una Cruzada.
Fue durante el asedio a la ciudad de Béziers, interrogado Arnaldo Amaury, entonces inquisidor del Papa, acerca de la forma en la que habrían de ser reconocidos los herejes de entre el resto de la población general, que éste respondió: "Tuez-les tous, Dieu reconnaîtra les siens" (Matadlos a todos, Dios identificará a los suyos)...

A pesar de las numerosas matanzas el movimiénto Cátaro sobrevivió hasta el año 1.244. Con la toma del último bastión de Montségur acabó disolviéndose definitivamente... Hoy podemos ver los restos de sus fortalezas, encaramadas en lo más alto de las ciudades del Sur del país vecino.

Muchos años más tarde y en ese tono sarcástico que le caracteriza, Georges Brassens escribía:

"De Pierre a Paul, en passant par Jule' et Félicien,embrasse-les tous, embrasse-les tous,Dieu reconnaitra le siensPasse-les tous par tes armesPasse-les tous par tes charmes..."