De esta expresión o adagio nos valemos para manifestar el vivísimo deseo de que suceda bien alguna cosa que intentamos.
Sancho aconseja a don Quijote que se vuelva a su casa dejándose de aventuras, y sin duda para demostrarle lo desinteresado del consejo, le dirige estas palabras: "Yo que dejé con el gobierno los deseos de ser más gobernador, no dejé la gana de ser conde, que jamás tendrá efecto, si vuesa merced deja de ser rey, dejando el ejercicio de su caballería, y así vienen a volverse en humo mis esperanzas." A lo cual contestó don Quijote: "Calla, Sancho, pues ves que mi reclusión y retirada no ha de pasar de un año, que luego volveré a mis honrados ejercicios, y no me ha de faltar reino que gane, y algún condado que darte." Y Sancho replicó:
-Dios lo oiga y el pecado sea sordo, que siempre he oído decir, que más vale buena esperanza que ruin posesión (núm. 193).
En la pacífica aventura de las imágenes de los Santos cabañeros, don Quijote forma el siguiente paralelo: "La diferencia que hay entre mí y ellos, es que ellos fueron santos y pelearon a lo divino, y yo soy pecador y peleo a lo humano. Ellos conquistaron el cielo a fuerza de brazos, porque el cielo padece fuerza, y yo hasta agora no sé lo que conquisto a fuerza de mis trabajos; pero si mi Dulcinea del Toboso saliese de los que padece, mejorándose mi ventura, y adobándoseme el juicio, podría ser que encaminase mis pasos por mejor camino del que llevo.
-Dios lo oiga y el pecado sea sordo, dijo Sancho al momento.