Revista Opinión

Dios no es bueno

Publicado el 13 noviembre 2010 por Pepemantero

Dios no es bueno

Si el lector se me asusta o escandaliza, ya va por su cuenta, y a beneficio de inventario: el título del presente artículo no es sino -también- el del magnífico y lúcido libro de Christopher Hitchens (God is not good), del que entresaco las siguientes líneas:

“El divorcio de la vida sexual y el temor,
de la vida sexual y la enfermedad
y de la vida sexual y la tiranía
pueden tratar de emprenderse por fin
mediante el requisito único de que
desterremos del discurso a todas las religiones”.

El divorcio al que se refiere es fórmula conocida para tratar el síndrome que, desde un Estado de opereta, continúa alimentando el mamífero de los múltiples gorros, pamelones y zapatillas de Prada; y, desde aquí, esos esbirros suyos que toman las calles contra los derechos de sus propios hijos, nietos, hermanos, esposos, párrocos o tal.

Vida sexual y temor

El temor alimenta no sólo el morbo, sino la amargura, el desprecio de sí mismo (“No ser, no querer ser, pisotear el yo”… era uno de los lemas del P. Torres Padilla, co-fundador, junto con Santa Angela de la Cruz, de las Hermanas de la Cruz) y, en definitiva, esa pulsión de muerte que nos lleva a la autodestrucción. No es necesario poner ejemplos, me temo. En el momento mismo en que se produjera el feliz divorcio entre el temor y la vida sexual (fíjate, no hablo de vida “amorosa”), el golpista religioso antes aludido, ese terrorista de las almas, no tendría nada que hacer, desaparecería como fantasmón al que no se le hace puñetero caso. Así sea.

Vida sexual y enfermedad

Desde el trono del mamífero pamelero en el salón del trono del Estado de opereta, se hace saber: que la mejor manera de no contraer matrimonio con las enfermedades de transmisión sexual es no mojar. Dan fe de ello los numerosos ministros de ese Estado de vodevil (sufragáneos del extrarradio) que mueren cada año víctimas del sida. Enfermedad a la que, por culpa de las religiones (de todas) se ha revestido de carácter infamante. Este virus ideológico inoculado en la sociedad general está tan extendido, que incluso hace que muchos colaboren con el enemigo de la naturaleza humana (no precisamente el tal Satanás), difundiendo por ahí mentirosas especies, acerca, por ejemplo, de las causas de la muerte de alguien. O álguienes. Qué cosas, voto a tal. El divorcio de vida sexual y enfermedad restaría considerables réditos al gigantesco aparato de poder y propaganda que son las religiones todas.

Vida sexual y tiranía

Tiranizados estamos, ello es innegable. De manera que… les ahorro ulteriores comentarios.

Todo esto, asegura don Christopher, se conseguirá desterrando del discurso a todas las religiones. Es lo que, precisamente, ellas temen. Es lo que, precisamente, ellas saben que está para suceder (pero los tiempos son tan largos y nosotros tan breves…). Todo esto se conseguirá a base de laicismo, esto es, independencia de los ciudadanos y del Estado respecto de toda confesión religiosa.

Esto, en la España oficialmente aconfesional pero oficiosamente confesional católica, no sucede. Continúan los funerales de Estado confesionales católicos, continúan los ministros y altos cargos del Estado aconfesional prometiendo/jurando ante el crucifijo. Continúan… suma y sigue.

A mí lo que me molesta es que van contra mis derechos como persona, como ciudadano. Aunque ellos no quieren ciudadanos, quieren súbditos. ¡Ah, el imperio!

A propósito de imperio… termino con unas líneas de Edward Gibbons, de su “Historia de la decadencia y caída del imperio romano”:

“En cuanto a los distintos tipos de culto que prevalecían en el mundo romano,
el pueblo los consideraba igualmente ciertos;
el filósofo, igualmente falsos,
y el magistrado, igualmente útiles,
de modo que la tolerancia produjo no sólo indulgencia mútua, sino incluso concordia religiosa”.

Divorcio, tolerancia, o ambas cosas. Qué cruz. Para ellos.


Filed under: laicismo, libertad de conciencia, religión, sexo Tagged: Christopher Hitchens, enfermedad, Hermanas de la Cruz, Santa Angela de la Cruz, temor, tiranía, vida sexual
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