Revista Cultura y Ocio

Dioses y Hombres Rojos (II)

Por Igork

dioses fantasiaTamboras, hijo de Zintala y hermano de Osapa, nació del vientre de la primera mujer, Osana, dejada sobre la playa por una ola. Tamboras, no siendo todavía hombre, arrancó la pierna izquierda de su padre, pues este quería arrojar a la boca del volcán Ondiarriatzala a su lobezno, que había sido recogido en la primera incursión del dios en los profundos bosques, hermosos y oscuros. Con la tibia de su padre, fabricó una espada de hueso capaz de perforar las almas de roca, que guardaban con celo el fuego de un relámpago. Tras esa hazaña, recorrió valles y llanuras, acompañado por aquel lobo que poseía el don de la invisibilidad, al ser capaz de transformarse en un enjambre de abejas. Y en su odisea, cortó montañas creando los valles primigenios y sembró el mundo, poblándolo de distintos seres que a su vez se multiplicaron hasta cambiar la tierra, los mares y el firmamento.
La escritura de los hombres rojos está compuesta por palabras y sílabas mágicas otorgadas por Tamboras. Símbolos usados más para encantamientos de enamoramientos, maldiciones o buena suerte que para dejar testimonio de los acontecimientos que labran los surcos que definen a un pueblo. Los cabezas de los grandes clanes, como los Álfatas, los Bálkidas o los Phaletons, guardan el privilegio de las invocaciones de sangre. Antes de iniciar una guerra o una gran migración gravan con la escarpa de lluvia las palabras del rezo sobre un monolito de piedra negra. Para que el ruego llegue a Tamboras se realizan sacrificios humanos. La sangre de los esclavos corre sobre los canales de las palabras, colmándolos de manera que son oídas por el dios, al ser cinceladas en rojo.
Una remota leyenda, que cambia según que clan la cuenta, habla de cómo Tamboras logró obtener el don de las primeras palabras, pues antes nada se oía excepto el susurro del viento. Esa historia perdura, aunque ya nadie está seguro de qué fue lo que ocurrió en realidad, ni cómo el dios robó el don a uno de los guardianes del Alma Blanca.
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