Un acto que habría hecho las delicias de Michael Bay o Roland Emmerich como hacer saltar por los aires todo París es el que se proponía Dietrich von Choltitz, gobernador militar alemán en París el 25 de agosto de 1944. Que nadie entienda que estoy comparando a Bay o Emmerich con los nazis. Me refiero al espectáculo de ver volar por los aires la cultura de un país.
Diplomacia es una historia repleta de matices escrita y dirigida por Volker Schöndorff, un peso pesado del cine alemán. Los protagonistas indiscutibles son el gobernador alemán de París y el cónsul de Suecia que se dan cita a pocas horas de que París sea destruida. De tal manera que casi toda la acción se desarrolla en un despacho con vistas a París con dos personas mayores hablando. Eso sí, con unos diálogos que poco se parecen a los de Bay o Emmerich. Yo me pregunto a qué venía ahora una historia como esta. ¿Qué interés tiene?
Schöndorff dirige a dos actores (André Dussollier y Niels Arestrup) que ya habían interpretado la historia en el teatro y el resultado es perfecto. El cambio de parecer de uno y la incisibidad del otro para hacerle cambiar de opinión (esto no es spoiler, todos sabéis que París no fue destruida) puede lograrse sobre el papel pero sin dos grandes actores podría haber quedado impostado. Ambos cuidan mucho la ironía y los apuntes de humor teniendo en cuenta la delicada situación que se narra.
Dos hombres maduros dirimiendo el futuro de un país. ¡Las grandes instancias decidiendo el futuro cultural de una civilización! Suena mal si se piensa; suena anticuado. Son los jóvenes quienes marcan el futuro de un país. ¿No es así? ¿Qué interés tiene esta historia? Spielberg escogió a un grupo de soldados estadounidenses de la 2GM para exaltar el orgullo de su país con Hermanos de sangre o Salvar al soldado Ryan. Pero aquí Schöndorff escoge a dos hombres maduros que hablan en un despacho enmoquetado y lleno de honores militares. En la primera parte de la película escuchamos cómo reventará París y por qué. A partir de entonces como si de un ring de boxeo se tratase, asistimos a una lucha verbal entre la autoridad y el sentido común. Un espectáculo para los historiadores que hace subir la tensión a cada hora que pasa y a cada minuto que se acerca el terrible desenlace. En fin, no lleguéis tarde a esta reunión.
Por cierto, nunca existió tal encuentro, pero sí sus personajes.