La Generalidad de Artur Mas ha creado su ministerio de exteriores, DiploCat, diplomacia catalana, que cuenta con una veintena de jefes de misión, además de funcionarios, en países e instituciones en las que quieren aparecer como embajadores, cuando sólo los reciben como jefes de casas regionales.
Es tal su inutilidad que tienen que pedirle constantemente a las embajadas españolas y a los consulados que les resuelvan el problema de su propia irrealidad.
Para los verdaderos diplomáticos en DiploCat está lo más patán, aunque fiel a Mas, producido por Cataluña; hay representantes que desconocen inglés y francés, idiomas fundamentales en el extranjero junto con el español.
Los verdaderos diplomáticos catalanes son los que representan a España en distintos estados y foros, cuatro de los cuales son de los más brillante del país: Eudaldo Mirapeix, Fernando Perpiñá-Robert, Raimundo Bassols, y quizás el más admirado de los embajadores españoles, el gran Eugenio Bregolat, el hombre que multiplicó las relaciones con China.
Los cuatro han firmado conjuntamente dos cartas abiertas al periódico barcelonés “La Vanguardia”, la primera en noviembre, la última esta semana, alertando sobre el desastre que sería para los catalanes, y también para el resto de los españoles, la independencia.
Advierten que “la secesión unilateral de parte del territorio de un Estado no es aceptada por ninguna Constitución del mundo” y que “el principio de integridad territorial de los estados, uno de los pilares de la Carta de la ONU, no deja otra vía legal para la independencia de Cataluña que su aceptación por las Cortes y la adopción por estas de la correspondiente enmienda constitucional”.
Añaden que Cataluña quedaría fuera de la UE, de la ONU, de la OTAN y de las organizaciones económicas internacionales (OMC, FMI, Banco Mundial, OCDE).
Un desastre, un suicidio y, entre tanto, los independentistas jugando al Monopoly con territorios, castillos y casitas con millones de personas dentro.
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SALAS