por ABRAHAM ZALEZNIK
Una cultura directiva destaca la racionalidad y el control. Ya dirija sus energías hacia objetivos, recursos, estructuras de organización o hacia personas, un directivo es una persona que resuelve problemas.
No hace falta genio ni heroismo para ser directivo, sino más bien constancia, una mente fuerte, trabajar duramente, inteligencia, capacidad analítica y, tal vez lo más importante, tolerancia y buena voluntad.
El tener que asegurar la disponibilidad de personas que asuman una responsabilidad práctica, puede impedir el desarrollo de grandes líderes. A la inversa, la presencia de grandes líderes puede socavar el desarrollo de directivos, quienes suelen sentirse muy inquietos y no se encuentran a gusto dentro del relativo desorden que los líderes parecen generar.
Los directivos tienden a adoptar actitudes impersonales, cuando no pasivas, hacia los objetivos. Sus objetivos surgen de las necesidades más que de los deseos y, por lo tanto, están profundamente enraizadas en la historia y en la cultura de la organización.
Los líderes, por otra parte, piensan acerca de los objetivos: no reaccionan ante un hecho, actúan antes de que se produzca, dan forma a las ideas, en vez de responder a ellas. Los líderes adoptan una actitud personal y activa ante los objetivos.
Los líderes trabajan en dirección opuesta. Donde los directivos actúan para limitar las posibilidades de elección, los líderes crean enfoques nuevos a problemas que llevaban mucho tiempo sin resolver. Y exponen los temas para que surjan nuevas opciones. El líder, para ser eficaz, necesita proyectar sus ideas en forma de imágenes que entusiasmen a los demás, y entonces, puede desarrollar las posibilidades de elección que den solidez a las imágenes proyectadas.
Los líderes trabajan desde posiciones muy arriesgadas; de hecho, están a menudo dispuestos, por temperamento, a buscar el riesgo y el peligro, especialmente donde aparezcan muchas oportunidades y la recompensa parezca elevada.
Las empresas, para sobrevivir y tener éxito, necesitan tanto a los directivos como a los líderes. Las empresas deben encontrar maneras de formar a buenos directivos y desarrollar líderes al mismo tiempo. Sin una estructura de organización sólida, incluso los líderes con las ideas más brillantes pueden perder la orientación, frustrando a sus colegas y consiguiendo muy pocas cosas. Pero sin la cultura emprendedora que se desarrolla cuando hay un líder al timón de una organización, una empresa se puede estancar y perder rápidamente capacidad competitiva.
Autor: ABRAHAM ZALEZNICTitular de la cátedra Konosuke Matsushita de Liderazgo, profesor emérito de la Harvard Business School y autor de numerosos libros sobre sus investigaciones sobre las características distintivas del liderazgo.
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