Una buena forma de emplear el tiempo, ya que estamos confinados, es hacerse ciclos sobre los grandes directores de cine. Francis Ford Coppola es sin duda uno de los más grandes, aunque la etapa final de su filmografía no contenga obras precisamente maestras. Os recomiendo este ejercicio de ver cada una de las películas de cualquier director que os interese, en orden cronológico, porque arroja luz sobre la personalidad y las constantes de cada autor, al que, os aseguro, al final del ciclo sentiréis como un amigo.
Dementia 13 (1963) es la rudimentaria ópera prima, o al menos lo primero que podemos considerar como un primer largometraje concebido y rodado por Francis Coppola. Una producción de Roger Corman -el mítico rey de la serie B- en la que precisamente se ven ecos de su ciclo de adaptaciones de Edgar Allan Poe, sobre todo de La caída de la casa Usher (1960). Aquí muestra Coppola un temprano interés por hablar de la familia, los Haloran, condenados por un legado perverso que los obliga a vivir en viejo castillo en Irlanda. El misterio que persigue al clan tiene poco de sobrenatural y mucho de trauma psicológico, siendo la gran influencia el cine de Alfred Hitchcock -aunque el guión juega al whodunit antes que plantear una trama de suspense- y sobre todo, se busca evocar intencionadamente a Psicosis (1960). Lo mejor del film es la violencia de las imágenes de los asesinatos, que parecen sacadas de un slasher y que tienen una fuerza perturbadora. Está disponible en Filmin y a veces aparece en Movistar+
Ya eres un gran chico (1966) ha sido considerada como una versión menor de los mismos temas que El graduado (1967) -aunque sea anterior-. Una comedia hija de su época -inspirada en Qué noche la de aquel día (1964) de Richard Lester, también con aires de la Nouvelle Vague- desenfadada, inocentemente 'picante', sobre un joven (Peter Kastner) en busca del primer amor, enfrentado al conservadurismo de sus padres, y que cae rendido ante una mujer algo mayor que él (Elizabeth Hartman). La película, mucho más cercana a Coppola que la anterior Dementia 13, tiene escenas divertidas, frescas, pero creo que el tono de farsa impide que nada nos importe demasiado. Coppola aprovechó la película para presentarla como su trabajo de fin de carrera. Pero ojo: estuvo nominada a varios Globos de Oro, e incluso a un Óscar, por la interpretación de Geraldine Page. Fue el primer papel importante de Karen Black. Se puede comprar en Amazon, en formato físico.
El valle del arcoiris (1969) es un musical rodado por Francis Ford Coppola cuando el género seguía vivo, pero también cuando empezaba a languidecer hasta su casi desaparición en la siguiente década. A los ojos de hoy es difícil no ver un tono crepuscular en un musical cuya gran figura es un Fred Astaire, envejecido, de movimientos lentos, pero tan elegantes como siempre. Le acompaña Petula Clarke, prestando su voz a una obra rodada por Coppola con una cámara veraz, nerviosa, y moderna. Pero el film se desequilibra al mezclar decorados y escenarios naturales, realismo y fantasía desbordada -el oro del Leprechaum-; un mensaje social y político sobre el racismo, y varias historias de amor. Si eres fan de los musicales, es curioso. Para verla, hay que alquilarla o comprarla en Amazon o Apple Tv.

Llueve sobre mi corazón (1969) es una road movie de perspectiva femenina -curiosamente similar, aunque más atrevida, que la posterior Alicia ya no vive aquí (1974) de Martin Scorsese- pero sobre todo una película de personajes. Tres, para ser exactos. Natalie (Shirley Knight), una mujer casada que huye de su propia vida cuando siente que su destino está sellado al quedarse embarazada; 'Killer' (James Caan) un juguete roto, ex estrella del fútbol americano universitario; y Gordon (Robert Duvall) un policía con pasado trágico, convertido en padre soltero. Significativamente, Coppola coloca en el camino de su protagonista el conflicto del que ella huye, la responsabilidad de ser una madre. 'Killer' necesita que lo cuiden como un niño y Gordon es violento e irresponsable con su propia hija. En cuanto al lenguaje cinematográfico, Coppola tiene un feliz hallazgo, esos flashbacks -literalmente flashs- del pasado de cada personaje, que no solo evitan explicar las motivaciones de cada uno, sino que pueden expresar sus sentimientos en determinados momentos. Es la primera película en la que se asoma el talento de Coppola. Ganó la Concha de Oro en San Sebastián en 1969. Está disponible en Apple Tv.



Dos puertas se cierran sobre el rostro del personaje que interpreta Diane Keaton, primero en El Padrino y luego en El Padrino: Parte II (1974). La primera puerta se cierra al final de la primera película, para anunciar la transformación de Michael Corleone (Al Pacino) en un capo mafioso; la segunda vez, cerca del desenlace de la secuela, se confirma esa transformación en monstruo criminal. Las dos escenas son solo un ejemplo del juego de espejos que establece esta continuación con respecto a su primera parte. Si lo pensáis bien, esa estrategia que utiliza Francis Ford Coppola se ha convertido en norma a la hora de abordar cualquier secuela. Pocas veces se despegan del material inicial, y la fidelidad, en este caso, está más que justificada por la calidad del material original, que en esta secuela se amplifica por un presupuesto más generoso que permite salir de Nueva York -Las Vegas, Miami, La Habana- pero también alejarse del presente para una reconstrucción del pasado: la revolución cubana, pero sobre todo, la llegada de Vito Corleone (Robert De Niro) a Estados Unidos y así profundizar en el tema de América, como concepto, y también en el de la familia: la que se crea en el pasado, se derrumba en el presente. El Padrino: Parte II no solo es una gran obra por sí misma, sino que hace mejor a la primera parte. Está en Amazon Prime Video y es habitual su emisión en televisión. Mejor tenerla en formato físico.

Apocalypse Now (1979) es seguramente responsable de la imagen mental que tenemos todos sobre la guerra de Vietnam. Un viaje alucinado al corazón de las tinieblas, en el que los bordes de la realidad se difuminan confundiéndose la vida y la muerte. El poder de las imágenes -fotografiadas por Vittorio Storaro- hace del viaje por el río de los protagonistas una experiencia inolvidable y probablemente el mejor film puro del director, a pesar de sus conocidas raíces literarias y del guión -¿De derechas?- de John Milius. Apocalypse Now es la síntesis del final de los años setenta y de la revolución hippie: drogas, sexo y rock & roll -The Doors, The Rolling Stones- chocando de frente con el horror de la guerra, con el imperialismo estadounidense -o comunista-. Recordemos la grandilocuente -pero sufrida- frase de Francis Ford Coppola: no es una película sobre Vietnam, es Vietnam. Está en Filmin, pero deberías tenerla entre las diez mejores de tu videoteca personal en la mejor calidad posible. Ojalá verla en pantalla grande.


En Rebeldes (1983) encontramos al Francis Ford Coppola menos transgresor y arriesgado, lejos de la exuberancia de Apocalypse Now (1979) y de la experimentación de Corazonada (1981), pero también de la gravedad trágica de El padrino (1972). Aquí el relato adopta el punto de vista de un adolescente, con influencias de Rebelde sin causa (1956), pero también de West Side Story (1961) y sin olvidar que Coppola produjo el American Graffiti (1973) de su amigo George Lucas. La película es un coming of age, casi un Mujercitas en masculino, pero la historia -basada en la novela de S.E. Hinton- hace hincapié sobre todo en la marginación social de los Grease, enfrentados a los pijos Socs. Eso sin olvidar que Coppola empezó en el cine bajo el ala de Roger Corman y esta podría ser una de sus exploits juveniles: rock & roll, peleas, chicas guapas y crimen. Rebeldes supuso, además, la carta de presentación de actores como Matt Dillon, Ralph Macchio, Patrick Swayze, Rob Lowe, Tom Cruise, o Emilio Estévez. Está en Filmin.



Peggy Sue se casó (1986) puede parecer otra película de encargo realizada por Francis Ford Coppola, pero hay que decir que su sencillo, casi inocente planteamiento puede engañar sobre su calidad. La película tiene el tono y varias coincidencias temáticas con El Mago de Oz (1939), siendo Peggy Sue (Kathleen Turner) una Dorothy transportada a otro mundo, en este caso al pasado: a cuando todo era posible, a la época de Rebeldes o a cuando el propio Coppola soñaba con conquistar Hollywood. El film se estrenó casi al mismo tiempo que Regreso al futuro (1985) y habla de un tema importante en la obra de Coppola, el paso del tiempo. Curiosamente, este acababa de grabar para la televisión una adaptación del cuento de Rip Van Winkle, en el que el protagonista (Harry Dean Stanton) también se duerme para viajar en el tiempo, solo que al 'futuro'. Peggy Sue y Rip comparten una idéntica sensación de que el tiempo se les ha escapado de las manos. Los personajes de Coppola suelen soñar con lo que les depara el futuro o echan de menos con nostalgia su pasado y sus raíces (familiares). Peggy Sue es, al mismo tiempo, las dos cosas.

Jardines de piedra (1987), dirigida por Francis Ford Coppola, es un drama de personajes más cercano a Llueve sobre mi corazón (1969) -repite protagonismo James Caan- que a Apocalypse Now (1979). Pero es interesante el diálogo que establece con esta última, al compartir la misma temática, el conflicto de Vietnam, y la guerra. Si en la película protagonizada por Martin Sheen la guerra era una proyección de los conflictos interiores de los personajes, aquí, la guerra va por dentro. La relación entre los personajes también es similar: un joven, obsesionado con la guerra y un veterano, enfrentado a sus superiores, que se niega a abandonar las armas. Son también personajes atrapados en un lugar -ese destacamento cuya única misión es enterrar y rendir honores a los caídos- y en el tiempo, congelados en las tradiciones del estamento militar. Jardines de piedra podría ser Apocalypse Nowen off.

Tucker, un hombre y su sueño (1988) no se puede ver como otra cosa que una autobiografía del propio Francis Ford Coppola. Los sueños del emprendedor Preston Tucker (Jeff Bridges) chocan contra el sistema -capitalista- y sobre todo contra el monopolio de las tres grandes compañías del sector automotriz, que equivalen claramente a los grandes estudios de Hollywood. Tucker hizo los coches del futuro antes de tiempo como Coppola -y su cine electrónico- se adelantó a prácticas cinematográficas que luego serían habituales. Tucker y su familia, embarcados todos juntos en las locas aventuras del patriarca, viviendo como millonarios y perpetuamente arruinados, son un claro trasunto de Coppola y su clan familiar. Por cierto, el padre del director fue uno de los pocos que invirtió en la empresa de Tucker, cuyos coches, el director pudo ver de niño. Producida por Lucasfilm, la película de Coppola es extrañamente luminosa -la fotografía corre a cargo de Vittorio Storaro- y entusiasta, un gran entretenimiento a pesar de ser la crónica de un fracaso, de un hombre aplastado por la historia, fuera de su tiempo, como la mayoría de los héroes de Coppola.



El guión de James V. Hart para Drácula, de Bram Stoker (1992) que dirige Francis Ford Coppola, convierte al Conde en un héroe romántico, condenado por una maldición y en un ser casi avergonzado de su condición de monstruo. Gary Oldman es el único Drácula capaz de llorar, nada que ver con la alimaña que fue Nosferatu. Irónicamente, la película de Coppola lleva en el título el nombre de Stoker como dando a entender una fidelidad al original, falsa, pero que se justifica solamente porque es quizás la única adaptación que abarca la novela en toda su extensión. Cuestión de presupuesto. Drácula es convertido en el prólogo en Vlad Tepes -el héroe rumano que se supone inspiró a Stoker- y se convierte en el típico héroe de Coppola, fuera de su época: ‘he cruzado océanos de tiempo’ le dice a Mina (Wynona Rider), la única encarnación cinematográfica que se enamora verdaderamente del conde. Además de su originalidad argumental, lo más interesante del film es su poderosa imaginería de murciélagos gigantes, peludos hombres lobo y siniestras estampas, como la del castillo antropomorfo en Transilvania. Coppola introduce el nacimiento del cinematógrafo en la historia -Drácula fue publicado en 1897 y recordemos que Zoetrope es el nombre de su compañía- y aprovecha para hacer todo tipo de guiños a las sombras chinescas, al cine mudo, y claro, a Murnau.


Legítima defensa (1997) es una película de guión, firmado por Francis Ford Coppola y adaptado de una novela del exitoso John Grisham. No en balde, Coppola ganó el Óscar como guionista por Patton (1970) y aquí demuestra su buen hacer en una cinta absorbente, siempre interesante, pero que se resiente por una puesta en escena meramente funcional. Los primeros compases de la historia son excelentes, sobre todo en lo que se refiere a la presentación de personajes y situaciones. La película se va expandiendo mientras el aspirante a abogado Rudy Baylor (Matt Damon) se abre camino en la profesión y va ganando amigos, enemigos y va buscando casos y causas que defender. Coppola se identifica con el idealismo de su héroe, que sin embargo tiene sombras -las que aporta el personaje de Claire Danes- y consigue que todo sus personajes sean humanos, por mucho que actúen por motivos egoístas: Danny De Vito está fantástico. Falla el último tramo del film, esencialmente judicial, en el que la cámara de Coppola no saca todo el partido a las situaciones, ni a las interpretaciones. Su propio guión decae, pasando de puntillas por la resolución de las tramas, que quizás necesitaban de una mayor extensión en el relato. Eso sí, Legítima defensa, que puede parecer un film demasiado optimista, en la línea de Frank Capra, esquiva el aparente happy ending con un epílogo anticlimático, amargo y desesperanzado.

El hombre sin edad (2007) reincide en el gran tema de la obra de Francis Ford Coppola, el paso irreverisble del tiempo, la brevedad irremediable de la vida. Dominic Matei (Tim Roth) es un investigador interesado en los orígenes del lenguaje, que sabe de antemano que, a pesar de su genialidad, no tendrá tiempo material suficiente para completa su obra. Eso hasta que un rayo lo rejuvenece, lo que le permite empezar de nuevo. Dominic está atrapado en un cuerpo que experimenta el tiempo de forma diferente, como Peggy Sue, como Jack y como Drácula: esta película, basada en la obra de Mircea Eliade, guarda no pocas similitudes con la novela de Stoker, sobre todo en la adaptación del propio Coppola. Porque hay aquí una historia de amor, que domina y humaniza la segunda parte del film, que protagonizan Dominic y Veronica/Laura/Rupini (Alexandra Maria Lara) una suerte de Mina Harker que cruza océanos de tiempo para reunirse con su amado. Ella, al contrario que él, es un cuerpo habitado por muchas vidas, lo que la hace envejecer prematuramente. La historia es extraña, poética, ambiciosa, enorme, elegantemente rodada por Coppola a pesar del uso del formato digital, que utiliza constantemente dos elementos visuales recurrentes en sus películas: los relojes y los espejos. Estos últimos sirven para mostrar una extraña subtrama que escinde la personalidad de Dominic, que se desdobla. El film es literario, amargo y nostálgico: como otros personajes de Coppola, Dominic se enfrenta al tiempo, al fin de una era -su historia comienza en los albores del nazismo y la Segunda Guerra Mundial- pero sus extraños poderes le permiten superar esa barrera y trascender épocas. Pero ¿Cambia por ello su destino o sigue siendo el mismo que el de cualquier mortal?

Tetro (2009) recibió malas críticas en su momento, por lo que me ha sorprendido lo buena que es. Francis Ford Coppola expresa, en un guión propio, sus preocupaciones habituales: la familia, el paso del tiempo que nos roba la posibilidad de la grandeza, una relación entre hermanos de admiración y rivalidad, el arte, la música, el teatro... todo esto está servido en forma de melodrama, en el que Coppola dirige muy bien a sus actores: Vincent Gallo tiene la intensidad de los grandes intérpretes de la filmografía del autor de El Padrino, pero sobre todo encuentro muy bien a Maribel Verdú, cuyo personaje acaba siendo el corazón del relato. También cumple un Alden Ehrenreich, cuyo parecido a un joven Orson Welles debe haber sido del agrado de Coppola, quien siempre tuvo al director de Ciudadano Kane (1941) como un referente. Llena de elementos autobiográficos, Coppola se permite ser teatral, operístico, vanguardista -la película tiene el tono de La ley de la calle, y creo que salva estupendamente lo extraño que resulta que su historia tenga Buenos Aires como escenario.

Twixt (2011) es sorprendente por muchos motivos: en ella Francis Ford Coppola se embarca en un relato que puede recordar a muchos escritos por Stephen King, en el que el protagonista en un autor que debe enfrentarse a sus demonios. Primera sorpresa: Val Kilmer cumple en ese papel de vieja gloria de la literatura de terror, que parece reflejar su propia trayectoria como actor de Hollywood y que, no por casualidad, en determinado momento del film, se permite imitar a Marlon Brando. Kilmer se enfrenta a un veterano, un enérgico Bruce Dern, como un sheriff paleto de pueblo, con aspiraciones artísticas. La película quiere tener una atmósfera inquietante, pero el tono de humor está siempre presente. Coppola se inspira en los relatos de terror gótico, de fantasmas y aparecidos y hasta vuelve a los terrenos de Drácula con referencias a los vampiros y las estacas. La gran figura rectora de la historia es nada menos que Edgar Allan Poe, interpretado por Ben Chaplin, por no hablar de que el protagonista se apellida Baltimore. El problema de este film menor, es que Coppola no se toma la molestia de fabricar un argumento que obligue a su héroe a enfrentarse a sus propios fantasmas, sino que prefiere mantener las escenas, ubicadas en las coordenadas del fantástico, en el terreno de los sueños del protagonista. Estéticamente, Coppola experimenta con su 'cine electrónico', lo que significa que rueda en formato digital y modifica colores a placer, por lo que personajes en blanco y negro conviven con otros en colores chillones. El resultado es interesante, pero televisivo. Mencionemos también las obsesiones del director: un pueblo sin tiempo con una torre de 7 relojes, un artista que lucha por crear algo personal pero que debe pactar con lo comercial para ganar dinero; y una tragedia relacionada con hechos dolorosos de la vida del propio Coppola.

