España, Policrispación
Vista la tensión, el acoso y el derribo que ensucia la política española, vamos directos a elecciones generales. Lo malo es que la cita con las urnas no va a solucionar nada y seguirá la ingobernabilidad en España. Gane quien gane, repetiremos Gobierno en minoría lleno de políticos mediocres y ombliguistas a los que les puede el orgullo y la poltrona. El último mal ejemplo de lo que no hay que hacer en política es la ministra de Justicia, Dolores Delgado. Tiene que dimitir cuanto antes porque ha mentido varias veces a los españoles, los que le pagamos, dejando muy bajo el listón de un Gobierno socialista que en cuestión de horas/días puede sumar su tercera dimisión en poco más de tres meses de vida. Sí, al menos estos dimiten, pero no deja de ser tremendo.
Tomándonos el pelo
La ministra negó varias veces tener contacto alguno con el comisario Villarejo -ese personaje siniestro de las cloacas del Estado que desde la cárcel se está vengando a golpe de audios comprometedores- pero la realidad es terca, voraz y demoledora. Lejos de entrar en la temática y el tono de esos audios, que dan vergüenza ajena, si nos grabasen a todos en conversaciones privadas no quedaría ni el Tato. La ministra no debe dimitir por esas grabaciones que ensucian su imagen. No. Debe irse porque lleva días tomándonos el pelo y mintiendo. Algo inadmisible que está haciendo saltar por los aires la poca credibilidad que le queda al equipo de Sánchez. Si no lo hace, que se atenga a nuevos audios y pruebas contra ella, que los habrá. La guerra política más sucia sigue. La estupefacción de la calle también.