Revista Libros
El mes de junio para mi siempre está lleno de exámenes, trabajos, tareas y todo lo que conlleva el fin de semestre académico por lo que es considerado un mes de mierda. Sin embargo, también es un mes para celebrar a 2 grandes de la música:Matt Bellamy y Paul McCartney y si ellos nacieron en junio, el mes no puede ser tan malo.
Matthew James Bellamy, nacido un 9 de junio de 1978, es al primero a quien quiero honrar, y la mejor manera que se me ha ocurrido es hablar del —según yo— mejor disco de su banda Muse: el grandioso y épico Absolution.
Absolution —tercer álbum de Muse— fue lanzado al mercado el 30 de septiembre de 2003 en el Reino Unido. Fue el primer disco de la banda en editarse en Latinoamérica, bajo el sello discográfico Warner Bros Records. Una edición especial incluía un DVD de 35 minutos que incluía el Making de la grabación, donde se aprecian los extraños métodos que se usaron para la producción.
Con este disco jamás podré ser objetiva porque, a pesar de conocer a estos chicos con su trabajo posterior —Black Holes and Revelations (2006)—, fue escuchar este disco lo que me enamoró incondicionalmente de la banda.
Parto diciendo que Muse es una banda que se debe apreciar tanto por la música como por los conceptos e ideas que encierran sus letras, porque a Muse hay que entenderlo para quererlo y es ahí donde mucho desisten con la banda. Es por ello que aunque los conocí en 2006, recién en 2009 tuve la capacidad (no se intelectual o emocional) para entenderlos y fue cuando, tras escuchar The Resistance (2009), me atreví a escuchar la discografía completa y así llegué a Stockholm Syndrome, quinto track (contando la introducción) y el primer single promocional de Absolution, que con sus guitarras furiosas a lo Rage Again the Machine y la voz de Matt tan llena de desesperación —acorde con la letra—, me hizo saber que esta banda era de proporciones épicas.
Absolution se caracteriza por la agresividad cortante de la batería a cargo de Dominic Howard que se siente en casi toda la placa, el bajo profundo de Chris Wolstenhome y las guitarras estridentes, el piano romántico (relacionado con la época romántica y no con amor) y la voz desesperada a cargo de Matt Bellamy, algo que solo el pasado de una niñez de estudios musicales clásicos les pudo dar y los hace tan difíciles de imitar.
Este disco estaba pensado en un comienzo como un disco conceptual que buscaba experimentar con sonidos nuevos y cuyas letras estarían enfocadas las acciones del hombre y su impacto (algo así como la huella kármica), pero que tras desatarse el periodo más crudo de la Guerra de Irak, finalmente la banda hizo una apuesta más agresiva y oscura, algo bastante más rebelde.
Solo Butterflies and Hurricanes sobrevivió a la primera idea sobre el disco, aunque al venir después de un tema tan desalentador como Blackout —y en el contexto de un álbum distinto—, ya no tiene el mismo significado que podría haber tenido al escucharse como un tema aislado.
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