Si algo no podíamos pensar de Carl Barat es que buscaría un aliado como Neil Hannon para el primer proyecto musical con su santo nombre.
Lejos quedan los brios de The Libertines, incluso se hecha en falta el desparpajo y el rock sucio utilizado en Dirty Pretty Things. Podríamos decir que ha tirado por el camino difícil.
A servidor le cojea, así en general, el concepto general del disco, que ni se decanta hacía un camino ni hacia otro y lo que consigue en la mayoría de las canciones es dejarme más tibio que una lavativa de manzanilla.
Bien podría habido tirar hacía el talento de su compañero en este vuelo, como en el caso de Je regrette, je regrette, la cual no dista en exceso de lo que podría ser una canción de relleno de cualquier disco de The Divine Comedy o bien el camino más aguerrido y más The Jam que nos muestra en Run with the boys, donde hay un bajo matador y su voz brilla cual joven Paul Weller.
El resto, una marabunta de coñazos bastante insufribles y que no hay por donde narices pillarlos. Aunque fuera por la pasta, bien haría de reunirse de nuevo con Pete Doherty, cosa que muchísimos agredeceríamos, no sabe él como.
Esta portada tan nefasta tiene delito, y mucho...