¡Hay que joderse como pasa el tiempo!.
Y todo por pensar demasiado en una canción del último disco de estudio de los catalanes, Al olvido, la cual tengo muy interiorizada en estos momentos, aunque eso realmente no viene a cuento de explicarlo.
Eso me llevo directamente a querer dedicarles una entrada, y si lo hacía, que mejor que con en disco en que me rendí a sus pies, uno de los que más he escuchado, oído y sentido de toda mi vida, y que por lo visto, aún soy capaz de canturrear párrafo por párrafo sin casi equivocarme en ningún momento.
Antes de editar este disco, sacaron El Hombre Pez, al cual aún no le he pillado el punto, pero con el que les descubrí, gracias a Sputnik como tantas otras cosas, y allí la influencia Bowie era mucho más clara, aunque eso no desapareció nunca del todo.
Azul era pura "duque blanco" desde el primer acorde, y Shuarma, como siempre con su pluma en el punto limítrofe del empalago y la genialidad, conseguía pura magia.
El porte arrabalero de canciones inmensas como Se me va (de Manuel Alejandro) y Se me escapa el tiempo, en que una historia de amor y muerte nos ponía los pelos como escarpias; el pop redondísimo de Piedad, con trompetas incluidas y unos párrafos del calibre de "si no quieres piedad, no se por qué te arrodillas, si no quieres piedad no sé, que haces en el suelo así humillándote"; de Cuéntame, nada que ver con la de Fórmula V, en que pregunta a un viejo amor como le va la vida, las razones y sinrazones de lo que sucedió, o Si/No, la más bailable y juguetona del pack, en que pone sobre la mesa, las dichosas discrepancias de pareja.
Y no me voy a dejar una de las mejores canciones de amor jamás escritas en lengua castellana, pero amor del de verdad, no de ese que cantan Amaia Montero o Maldita Nerea, sinó del sentido, en Me gustaría poder hacerte feliz, pieza de orfebrería delicada, con sentencias como "que a mí me gustaría poder hacerte feliz, coger tus sueños y llevárselos al mar, y echarlos a volar y verte sonreir", que me transportan a otro tiempo y a otro momento, probablemente.
Un disco sublime, de esos que se podía/ debía escuchar de cabo a rabo, influenciado tanto por el Rid Of Me de Pj Harvey como por La Leyenda del tiempo de Camarón según el grupo,que tuvo incluso su versión acústica, igual de enorme que la original, quizás más, ya que las canciones recobraban su forma original y sumaban autenticidad, y para mí, el mejor disco producido por el aragonés errante, Enrique Bunbury.
Un dato : gana con los años, y es algo muy sano recordar maravillas como esta, que tal como está el patio...