No hay nada peor en el mundo (o si) que ser pretencioso. Y si además, rizando el rizo, no eres capaz de encajar tus éxitos, que en este caso son pocos, y encima reniegues de ellos, mal vamos.
A título personal, creo que para un músico, lo más bonito del mundo debería ser que el público haga suyas y ame sus canciones, en el caso de ellos, el hit de su anterior disco Sex on fire, del cual ahora no quieren ni hablar y en un alarde de grandeza a lo Thom Yorke, seguro que no lo hacen ni en directo. No seré yo quien lo compruebe, asi que, ¡que les den!.
El disco es mucho peor que el anterior, que ya no era demasiado, así que por ahí vamos, y con un productor que parece que les ha comido las orejas diciendoles que serán los próximos U2, y no solo en lo de stadium-band, sinó en los troncos de épica excesiva que nos cuelan como nuevas canciones.
Coñazos como Pickup Truck, The Face o Mi Amigo ya deberían echarnos atrás si tuvieramos dos dedos de frente, sinó lo hemos hecho ya con el single, ese Radioactive, que parece una hermana pequeña de Where the streets have no name (en lo malo que todo eso conlleve), o el susto de Beach Side, en la que uno cree que en cualquier momento se arranca el cansino de Manolo García, aunque por suerte, eso no acabe sucediendo.
Un trabajo incomible, se lo coja por donde se lo coja, y una pérdida de tiempo, casi,casi, del calibre de lo último de Electric Six o Manic Street Preachers. ¡Lo que hace la jodida industria!