Llevo ya tiempo tratando de descifrar los parámetros de este nuevo disco de los Mishima, y aunque me provocó una euforia brutal a su salida, su fuerza sobre mí se ha ido diluyendo con los días.
Supongo que será cuestión de piel, cosa que ya me sucedió un poco ya con Ordre I Aventura, que no me llega tanto como sucedió con todas las canciones de Set Tota La Vida y con la inmensa mayoría de Trucar A Casa, Recollir Les Fotos, Pagar La Multa, cosa que no va en detrimento de un David Carabén más que inspirado, y con un grupo que evoluciona paso a paso, labrando una trayectoria coherente, culta y a la par accesible a todo tipo de oyentes.
Se quitan peso de encima con L'Última Ressaca, quizás su canción más lúdica en todos los aspectos, aunque no por ello, no esconda sus puntos de amargura; los deseos ocultos presentes en No Obeir; o la total decadencia de El Camí Més Llarg, probablemente una de las que saldrá más beneficiada de su paso a los directos, son las que nos muestran quizás un punto más crápula, o menos rebuscados, como se quiera llamar, cosa que les hace terrenales y humanos como todo hijo de vecino.
Adaptan a Brassens con soltura en No existeix l'amor feliç; nos relatan una pasión vital y total en La Vella Ferida; o la maravillosa y literaria búsqueda de la dichosa palabrita de cuatro letras en Els Vespres Verds, muestras evidentes de una lucidez a prueba de bombas, y de momento, de un talento quizás aún no demasiado abundante (al menos por cantidad), en el panorama de la música catalana actual, y eso que hay buenas piezas...
Lo dicho, que probablemente lo mío son falta de escuchas, o de vivir algunas de estas canciones en mis propias carnes para hacerlas mías como me sucedió anteriormente, y digo que no es mi preferido del grupo, lo cual no quiere cerrar puertas a que lo acabe siendo. ¡Viva las contradicciones!.