Séptimo disco de los granadinos, eternos aspirantes a la primavera división de nuestra música independiente.
En este caso, pierden inmediatez respecto a su anterior trabajo, Todo es el momento, cosa no necesariamente mala pero tampoco buena del todo. No creo que este sea su disco de consagración, ni mucho menos, pero no quiero decir que no sea un disco en el que haya nuevos himnos, servidos en bandeja de plata para sus seguidores.
Tenemos las bailongas Quien es mejor y Quiereme como soy, en la onda del hit Te favorece tanto estar callada; las guitarras marca de la casa en Las noches de insomnio y La voz, tenemos la british Errante (Canción Mutante); incluso atmósferas a medio camino entre Jesus and Mary Chains y Pixies, en el caso de Los segundos, pero las restantes tienden a flojear, empezando por la nana a su niño recién nacido Mi niño no quiere dormir. Siempre he creído que eso de dedicar canciones a los niños es un suicidio, ya que se tiende a la ñoñería y a los tópicos y ellos no son la excepción que confirma la regla.
A grandes rasgos vengo a decir que es un disco que no está nada mal, pero que le falta ese poquito para ser completo y ese otro poquito para engancharnos del todo, pero también estoy seguro que van por buen camino para que, en no demasiado espacio de tiempo, nos entreguen su obra cumbre. De momento disfrutaremos de este.