Revista Cultura y Ocio
Conocí la música de Sara Iñíguez con con el single de su primer disco, Seré Una Gran Estrella, en la que participaban Carlos Tarque y Gary Louris nada menos, y que incluso llegó a las radiofórmulas. Obvio, era un temazo. Así que me apoderé del disco, Nº 1 Ya A La Venta, y lo disfruté como un enano. Pero por desgracia le había perdido la pista, sea por la razón que sea.
Mi redención llega con The Game, su nuevo trabajo y toda una oda al buen gusto, en el canciones como Howl nos transportan a otros tiempos quizás mejores, con unos coros Motown que enamoran a cualquiera; con el single Anyone, con un groove funkoide que tira de culo y al que es imposible resistirse; o la irresistible Teenage Heartbreaker, la que si nos dijeran que está producida por el mismísimo Phil Spector nos lo comeríamos con patatas.
Aunque si hay alguna por la que siento especial debilidad es por I Owe It To Myself, delicatessen pop con alma de swing, en la que incluso los teclados nos recuerdan a los de los míticos saloons del oeste y hacen que se nos dibuje inconscientemente una sonrisa. Lo que está claro que estamos ante un disco de los que ya no se hacen, sobrado de talento y calidad, y primando la magia de las canciones por encima de una innecesaria comercialidad o el devenir de las modas, así que aunque solamente fuera por esto, merece nuestro más sincero y rendido aplauso.