Antes que nada, "agradecer" al sr Blogger que eliminará como por arte de magia el post anterior sobre este disco, ya que así, le he dedicado mucho más tiempo, e incluso más que gustarme ahora es ya adicción.
Usaré palabras parecidas a lo que ya dije, eso está claro, o sea, que podemos disfrutar de un trabajo cocido a fuego lento, echo sin prisas ni presiones, y aunque menos fresco que Un día en el mundo, utiliza sus patrones (y los de los Radiohead más sentidos y menos experimentales), para crear con ello un discurso propio.
Su discurso personal toma fuerza y las canciones te empapan progresivamente hasta acabar mojándote completamente, y la voz de Pucho va colándose por todos y cada uno de los poros de tu ser, a medida que va avanzando el disco.
Canciones nacidas para ser clásicos del grupo como la prodigiosa, súblime o preciosa Maldita Dulzura, tema que divaga sobre lo complicado y lo triste del final del amor "hablemos de ruina y espina, hablemos de polvo y herida, lo que quieras pero hablemos, de todo menos del tiempo, que se escurre entre los dedos"; la inmensidad de Boca en la tierra, con esas guitarras que me recuerdan al Shine de Collective Soul, o sea, hija de los 90 o hija bastarda del grunge, de intensidad abrumadora a la vez que contenida; la más pop o la más accesible (en cuanto a sonido) del pack, Cenas Ajenas, dónde el vocalista tira de falsete y logra recordarnos complementamente emocionados lo grande que fué el Grace de Jeff Buckley; o definitivamente el hit del disco, en la línea de las enormes Valiente o Sálvese quién pueda del disco anterior, la más guerrillera o aguerrida, la Electioneering patria, un empuje a tirar para adelante a pesar de los obstáculos.
Una obra redonda, un nuevo clásico de lo que podríamos llamar nuestro indie, y el disco con él que de momento Supersubmarina (que me encantan), solo pueden soñar en la distancia.