
“Big time” fue el primer disco que escuché de Tom Waits. Yo tendría 19, tal vez 20 años, y claramente no estaba preparado para esto. Me acuerdo de ir volando a la disquería para pedirle al vendedor que me cambiara el disco. No podía entender –yo que venía del Dark y el post Punk- los ladridos y mugidos de ese sujeto que cantaba como un negro y que encima se reía de mí desde la foto interna del cd (esa misma que hoy miro y me parece genial).
Nunca lo había pensado hasta hoy, pero es probable que haya sido el viejo Tom el que me abrió la puerta de los songwriters. Es un buen dato, que joder.
Como sea, un tiempo después volvía la disquería para comprarme nuevamente “Big time”. Y luego fueron otros discos los que llegaron a casa: “Frank´s wild years” (en vinilo) “Raing dogs”. Todos los del período “deforme”, el que empieza con “Swordfishtrombones”, del 83.
Pero “Big time” es como el resumen de todo ese período, mejorado y en directo. Es un disco en vivo con mucho de cinta casera: el sonido de las grabaciones es desparejo, se escuchan soplidos, diferencias de volumen y todo eso lo hace todavía más un disco de bar, de taberna. Podría sonar un bodegón de París o de La Boca. Siempre tarde en la madrugada.

“Cold cold ground”tiene ese acordeón bohemio y marinero y “Underground”sintetiza el ADN del proyecto de Waits por entonces: aires de polka, de soundtrack de baja estofa. Todo eso que el cine independiente usufructuó durante años, gracias a la cruza que hizo Tom antes que nadie de lo profano, el blues bajo, la música de cabaret y el ruido industrial. Sin abandonar nunca su hija dilecta, la canción. Hay mucha tela para cortar en “Big time”. Hoy cualquier perejil haría una carrera entera (si la hace) con la cuarta parte de estas canciones. “Straight to the top” parece tocada en un sótano infecto y la impresionante versión de “Rain dogs” pisa el charco de unos Balcanes empapados de alcohol. Y hay bastante más en el lote canción sentida. “Yesterday is here” (“hoy son cielos grises/ mañana son lágrimas/ vas a tener que esperar a que el ayer esté aquí”) suena en un clima de madrugada quieta. Y luego están las bellísimas “Train song” (esa voz atronadora es para cantar en la puerta de un cementerio a ver si alguien se despierta, con altísimo octanaje de Blues y de Soul) y “Johnsburg, Illinois”, que era la favorita de mi viejo y con quien solíamos escucharla al lado de los equipos.

Frank´s wild years (1987) Big time (1988) Bone machine (1992).