Revista Música

Discos: Too high to die (Meat Puppets, 1994)

Por Bruno
Discos: Too high to die (Meat Puppets, 1994)
Uno
Opacados por los "tanques" del Grunge (Pearl Jam, Soundgarden, Nirvana y demás) los Meat Puppets pasaron prácticamente desapercibidos en su momento.
Hasta que en 1993, la varita mágica se acordó de ellos y gracias a la convocatoria de su "fan" Kurt Cobain compartieron escenario con Nirvana en la grabación del MTV Unplugged. Fue la noche del 18 de noviembre de 1993, en los estudios Sony Music de New York.
DosFormados en Phoenix, Arizona, a comienzos de los 80, los Meat Puppets tejieron una carrera silenciosa y fértil, aunque como dijimos, bastante pasada por alto. Luego de varios discos grabados para sellos pequeños (se recomiendan "Meat Puppets II" y "Up in the sun") la banda firmó para London Records, donde en 1994 grabó su mejor y más celebrado álbum a la fecha: Too high to die. Un disco plagado de altos momentos de guitarras, excelentes melodías y temas inteligentes, y a la vez, memorables.
TresEl fuego se abre con los riffs pesados de "Violet eyes" y ya la fórmula está allí, a pleno: distorsión, buenas guitarras pero con mucho trabajo vocal y armónico (algo especialmente llamativo para un grupo americano de ése período). Hay más para intentar descifrar la fórmula de MP: la "suavidad" o "sutileza" para orquestar e inclusive, rockear. Aún tratándose de una música densa, altamente electrificada. A diferencia de otros grupos más "toscos" del período Grunge, los Meat Puppets siempre mostaron un costado delicado. Una forma astuta de combinar fuerza con belleza. Electricidad y universo acústico, a veces, coexistiendo.
"Never to be found" empieza a mostrar el costado amable del grupo. Guitarras limpias y una melodía entrañable. Sin embargo, hacia el final el tema se va complejizando y "pudriendo" hasta terminar en un ordenado crescendo de distorsión. A continuación, uno de los "highlights" del álbum: la poderosa "We don´t exist" lo tiene todo, grandes riffs (con "machaque" y todo) y mucha melodía. Basta escuchar atentamente la entradas a las estrofas, los puentes y la caída del estribillo (ese "Cayenneee..." por Dios!) para confirmar el talento de los hermanos Kirkwood haciendo música.
Discos: Too high to die (Meat Puppets, 1994)Volvemos a bajar un poco, ahora con la acústica "Severed goddes hand", una hermosa canción con unos coros celestiales. ¡Una canción para cantar durante toda una mañana andando en bici! A continuación, "Flaming heart" presenta una electricidad controlada, suave, y al grupo extrayendo toda la miel posible de esas melodías, nuevamente, fantásticas. ¿Unos grunge de corazón Beatle, los Meat Puppets? El tema está arreglado y seguido hasta el final, hasta la última gota. 
Si me preguntan, creo que ese primer tramo del disco es imbatible. Y si me preguntan, también, pienso que en la segunda mitad a "Too high to die" le sobran algunos temas. Vicios de la "era del CD" que por suerte, en estos últimos tiempos ha comenzado a cambiar. Los discos están volviendo a durar lo que tienen que durar.
CuatroLo que no quiere decir que la segunda mitad no tenga sus altísimos momentos. Luego de su tramo "intermedio" (con la acústica y folkie "Shine", "Station" y la bluseada "Roof with a hole") el disco se vuelve a enfocar con el hit "Backwater", un tema menor, que sin embargo resume el ADN sonoro de los Puppets. 
Entonces llegan las canciones más melancólicas, las que pintan de otro color este viaje. "Things" es pura tristeza en tonos menores ("Over is the game/ captured have you been/ ageless is the end") hablando en términos de resquemor y arrepentimiento. Hacia el final tenemos una de las mejores canciones del disco: "Evil love", con una atmósfera lejana y una melodía entrañable. ¡Cuánto talento pop! (aunque el envoltorio sea más o menos "rockero": eso, en el fondo, no importa).
Para el final, luego del country western "Comin´down", el grupo se despacha con su propia reversión de "Lake of fire", aparecido originalmente en Meat Puppets II (1984).
Discos: Too high to die (Meat Puppets, 1994)Cinco Vale la pena recordarlo. Aquella noche de 1993, un Cobain de saquito de lana invitó a Chris y Curt Kirkwood para tocar juntos "Plateau", "Oh me" y "Lake of fire", en uno de los momentos más especiales de aquel Unplugged

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