Os voy a contar una historia que he vivido personalmente y estoy seguro que os resultará graciosa.
Os pongo en situación.
Tengo una colega, en adelante Jumanji, que es una extrema activista lesbiana pro homosexualidad, pro bisexualidad… y un tanto anti heterosexualidad (es más, se autodenomina orgullosa “bollera feminazi”, famosa por frases como: “tú cállate que eres heterosexual”).
Hasta ahí, todo relativamente intrascendente e incluso gracioso en numerosas ocasiones. Tanto es así que, junto a otra amiga, en adelante Skynet, totalmente de broma, solemos afirmar que fundaremos una plataforma para hacer frente al avance de la ideología extremista de Jumanji.
Adenda: os pongo nombres ficticios y situación para comprender mejor la parrafada que vendrá después. Disculpad.
El caso es que, casualmente, siempre está indagando en la red a la caza de noticias/estudios/artículos que “demuestren” la deriva que lleva la heterosexualidad y su posible desaparición, ya no como una condición sexual opcional, sino como una condición sexual real.
Y de estos temas es complicado debatir con ella porque se muestra fervientemente intensa e inflexible. Recuerdo, por ejemplo, que un día me habló de una estadística (le encantan las estadísticas) en la que se mostraba la condición sexual que habían elegido X personas en una encuesta. El resultado que desprendía la encuesta era algo así:
– Heterosexuales: 45%
– Homosexuales: 28%
– Bisexuales: 21%
– Otros, Ns/Nc: 6%
Rápidamente, Jumanji me señaló que ya iban ganando a los heterosexuales como si de una competición se tratara. Por supuesto, le dije que no era cierto puesto que había un 17% de diferencia a favor de los primeros. “¿Y si sumas los bisexuales?”, me dijo. Velozmente repliqué “sigue siendo mayor el porcentaje de la heterosexualidad puesto que el voto bisexual hay que dividirlo entre dos ya que toca dos opciones…”, realmente creí que la evidencia estaba de mi parte, pero subestimé a Jumanji.
“A. J., no. En las estadísticas de este tipo, si hay una opción de respuesta que pudiese incluir alguna de las anteriores, siempre se suma a la opción minoritaria y más desprotegida”.
En ese momento me di cuenta que era incapaz de debatir con ella al respecto y decidí ponerme creativo en mis futuras intervenciones.
Lo siguiente que vais a leer es mi peculiar respuesta sarcástica ante otro “estudio” que indicaba la eventual muerte de la heterosexualidad.
Tienes razón Jumanji, el heterosexual es una especie en vías de extinción. Está claro. En unas pocas décadas hablarán de nosotros en los museos. Nos encerraréis en vitrinas o en zoológicos y el guía comenzará:
“Aquí tenemos los últimos especímenes de una especie humanoide denominada heterosexual. Sus conductas patriarcales les llevaron a la enemistad con el consiguiente paso evolutivo social, los homosexuales, más concretamente contra el lobby llamado “colectivo LGTBIQ”, del cuál deriva la utópica sociedad que encontramos en nuestro tiempo. Durante un periodo no muy largo, ambas conductas coexistieron pacíficamente pese al dominio imperante de la heterosexualidad, sin embargo, con el paso inexorable del tiempo, las tornas cambiaron y la aparición de libre pensadoras extremistas como Jumanji, nuestra madre fundadora y líder espiritual que, pese a los esfuerzos de Skynet y A.J., por frenar esa tendencia con sus mensajes moralistas de igualdad y respeto a la identidad sexual, inclinaron a los integrantes ideológicos no heterosexuales a una caza de brujas, manifiestamente violenta, que condujo a la supremacía del pensamiento homosexual y la proclamación del “LGTBIQtriarcado” como piedra angular de una sociedad enemiga de los heterosexuales y que tiene como objetivo impedir su regreso».
“El heterosexual se caracterizaba por su aberrante necesidad de encajar sus órganos sexuales con los del sexo opuesto. Esta búsqueda incesante les llevaba a desarrollar unas pautas conductuales muy dispares que iban desde enunciar el piropo más obsceno concebible; hasta realizar la ingesta de indecentes cantidades de alcohol con las que desinhibirse y poder recrear danzas rituales, a fin de cortejar y excitar a la otra persona, pasando por el cantoso pavoneo vistiendo prendas quince tallas menor que la propia, contoneando y besándose segmentos musculares hiperdesarrollados, en un alarde de narcisismo sin parangón en el mundo animal”.
“Bien, pasemos ahora a este lado de la galería donde encontraremos una especie fascinante, los Metrosexuales. Es el eslabón perdido…».