Imagen: ugt.es
El panorama de las mujeres ante el mercado laboral en España, y por lo tanto en Canarias es: menor y peor empleo, más paro, temporalidad mayor. Precariedad, discriminación salarial, segregación horizontal (“paredes de cristal”), segregación vertical (“techo de cristal”) y mayor contratación a tiempo parcial.
Existe discriminación salarial de género cuando por el hecho de ser mujer se accede a (o eso repercute en) una retribución menor. Retribuciones menores por: realizar el mismo trabajo, o un trabajo de igual valor, o discriminación en el acceso a una situación laboral (y por tanto salarial) igual a la de los hombres.
Las mujeres tienen que trabajar, de media 62 días más al año, para ganar el salario/hora medio que un hombre percibía en 2011. En 2011 la ganancia media anual de las mujeres era de 19.502 € y la de los hombres 25.001 €, lo que implica que las mujeres cobran una media menos de 5.499 € menos que los hombres (brecha del 28%)
Las razones de esta brecha salarial de género son variadas, y van desde la sutil discriminación que sufren las mujeres en el mercado laboral, causante de los procesos de segregación que las sitúan en los puestos más bajos y con menos prestigio social de la jerarquía del empleo, hasta la manera en la que se estructura el salario que hace que sean los hombres lo que cobren determinados pluses (antigüedad, nocturnidad, flexibilidad, peligrosidad…) en lugar de las mujeres. Por otro lado, todavía existen la permanencia de roles y estereotipos de género que impiden el desarrollo profesional de las mujeres en el mercado de trabajo.
La desigualdad salarial, además de ser una discriminación en sí misma, es causa y consecuencia de otras discriminaciones, en el ámbito laboral y familiar. Al percibir salarios más bajos, las mujeres son las mayores beneficiarias de los permisos no retribuidos, reducciones de jornada, con la reducción proporcional de salario, o a una excedencia, con ausencia total del salario, porque las rentas familiares se ven menos afectadas que si fuera un hombre quien accediera a esos mismos derechos.
El salario es la vía a través de la cual, la clase trabajadora accede a la independencia y al disfrute de otros derechos vinculados, y la brecha salarial supone no sólo una discriminación en el día a día, sino que tiene repercusión en las desigualdades que perpetúa, y poniendo en peligro la protección social de las mujeres, como por ejemplo las menores prestaciones por desempleo que tienen las mujeres.
Corregir las diferencias salariales es un objetivo imprescindible, ya que las condiciones salariales de las mujeres condicionan sus carreras profesionales y además, inciden de manera directa en las prestaciones sociales, y la reforma laboral no va a ayudar.
La reforma laboral, ha introducido elementos muy negativos bajo una apariencia neutra, ya que tiene un efecto diferente en las condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras debido a la situación desigual de hombres y mujeres en el mercado laboral. Es más, lejos de introducir medidas que aseguren la igualdad real de oportunidades, incluye medidas restrictivas de los actuales derechos para la efectiva igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.
Algunos de los elementos más perjudiciales de la nueva normativa desde la perspectiva de género son: las medidas de flexibilidad unilateral de las condiciones de trabajo, el descuelgue de las empresas del convenio colectivo, la creación de un contrato temporal sin derecho a indemnización para empresas con plantillas por debajo de 50 personas, donde están ubicadas mayoritariamente las mujeres; la desaparición de la deducción por maternidad o la precarización aún más del contrato a tiempo parcial, que afecta mayoritariamente a la mujer.
Esta es una crónica especial, de un día como otro cualquiera…
Editorial: Tere Henríquez