Podríamos entender que la enfermedad es resultado del segundo principio de la termodinámica, por tanto, de la tendencia que a todo empuja en la dirección de regresar al caos primigenio, a la entropía. La dislocación de lo unitario, es decir, la destrucción del orden, del sentido, podría entenderse, efectivamente, que es lo que constituye la enfermedad. La enfermedad es, según esto, un hito en el trayecto hacia la entropía, y señala la dirección hacia la que va el universo.
Pero hay otra perspectiva posible: porque cuando el cuerpo reacciona a través de sus leucocitos a la invasión de gérmenes y los destruye formando el pus, o cuando el organismo sube su temperatura para matar esos gérmenes, entendemos que aquellas inflamaciones o esta fiebre son, sin duda, “enfermedad”, pero, al contrario que en la acepción de enfermedad como descomposición y propensión hacia el caos, son reacciones a favor de la salud por parte del organismo. La vida, habría que deducir de esto, es un fenómeno antientrópico.
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“¿Seremos capaces de vencer algún día el segundo principio de la termodinámica?” (Ilya Prigogine, Premio Nobel de Química en 1970[1])
[1] Ilya Prigogine: “Las leyes del caos”, Barcelona, Crítica, 1997.