Discurso de Instalación del Gran Maestre del GODF y Presidente del Consejo de la Orden, Daniel Keller, pronunciado en el Convent de la Obediencia celebrado los días 28, 29 y 30 de agosto de 2014 en Reims.
Mi M.·.Q.·.H.·. Presidente del Convento
Altos dignatarios situados en el Debhir,
Mis MM.·.QQ.·.HH.·. y MM.·.QQ.·.HªHª.·. VV.·.MM.·.
Diputados
En el debate de ayer sobre el informe anual de actividades,
y a lo largo de vuestras intervenciones, aparecieron las preocupaciones y las
inquietudes de las Logias. Mi pensamiento se dirige en estos momentos hacia los
HH.·. y HHªª.·. que se tienen que estar sintiendo heridos e indignados en la
sinceridad y la autenticidad de su compromiso, por semejantes anatemas. Sería
inútil taparnos el rostro, el mundo que nos está llegando se nos puede escapar
y nos incumbe a nosotros, interrogarnos, con toda crudeza, sobre el papel que
debe desempeñar todo masón en estos principios del siglo XXI. No olvidemos que
nuestra masonería siempre ha tenido que luchar para que puedan triunfar sus
valores y añadiría que la lucha es intrínseca a nuestra vocación.
No es esta una batalla en el sentido de confrontación
partidista, no es esta una batalla en el sentido de lucha electoralista para
ganar puntos, no, estoy hablando de una batalla que consiste en transformar
radicalmente el mundo partiendo del principio de que los hombres serían capaces
de instaurar una cadena de unión en la que la fraternidad universal no sería un
engaño.
Se trata efectivamente de una lucha porque esta
perspectiva no está ni mucho menos conseguida, tiene muchos detractores que
temen los estragos de la libertad, de la emancipación de la humanidad que, al
fin, podría florecer sin tener que someterse a ninguna forma de esclavitud.
Todo esto es lo que las actuales regresiones tratan de alejar, como si los
pueblos no hubieran sufrido lo suficiente para haber intentado entreabrir la
puerta de la libertad.
Como tal, cabe recordar que el GODF ha construido su
especificidad basándose en su capacidad para generar una reflexión colectiva
que posibilite una mejor inteligibilidad de lo que se está jugando a nivel
social y para esbozar las perspectivas en base a las cuales, la mejora del
hombre y de la sociedad, serían posible. Una reflexión colectiva que obedece a
una lógica más horizontal que piramidal en la medida en que siempre se ha
elaborado a partir del va y ven de ideas entre Logias. La reflexión masónica es
una emanación y no una lección memorizada entregada por algún erudito.
Esto fue cierto en el siglo XIX dentro del marco de una
sociedad "pre-política" en donde el debate aún no se había
estructurado de acuerdo a las formas y a los tipos de gobierno con los que se
fueron dotando gradualmente las democracias industriales. Este es el caso de
Francia en la segunda mitad del siglo XIX, cuando, en general, no existía ni
libertad de reunión, ni partido político, ni asociación, antes de que la
República constituyera el marco de una sociedad abierta. Esto es aún más
necesario en el marco de una sociedad que calificaría de “post-política” y que
parece estar progresivamente emergiendo.
Sociedad en la que parece que ya no se espera
absolutamente nada de las políticas. Ni siquiera se habla hoy de la impotencia
del político, como se hacía antes, porque se da cada vez más por sentado que el
político ya no es capaz de resolver las contradicciones y las tensiones que
viven las sociedades, dedicándose ahora simplemente a tomar nota de los
síntomas de esta descomposición. Vemos así como las sociedades se parecen cada
vez más a una tribus que se estructuran a partir de afinidades a menudo
excesivamente comunitarias, incluso comunitaristas, con el riesgo de que la
noción misma de sociedad pierda su sentido. Como si ningún otro modo de
pertenencia a un grupo fuera posible. Por tanto, urge que seamos capaces de
revitalizar las formas de "sociabilidad de proyecto" de las que hoy
carecemos cruelmente.
Más allá de las fronteras, y esparcida por todo el mundo,
la guerra parece ahora haber tomado el testigo, como si las armas debieran
nuevamente decidir del destino de los pueblos.
La sociedades se desintegran y a veces agonizan y,
podemos temer que la cuestión de los tiempos futuros, acaben resumiéndose en
una simple alternativa: ¿humanismo o barbarie?
A nosotros nos compite asegurarnos de que no nos
despertemos un día en una situación tal que tuviéramos que padecer el regreso
de la barbarie.
Estos hechos interpelan a la F.·. M.·. porque dibujan un
mundo que no es aquel en el que creemos. En algunos aspectos, nos ponen en
contradicción, porque, a nuestro alrededor, parece prevalecer un sentimiento de
resignación cuando, nosotros FFMM, hemos crecido confiando en el progreso. ¡Qué
lejano parecen estar los tiempos de las certezas heredadas del positivismo!
En un contexto tal, como acabo de subrayar, conviene
evitar, tanto las posturas pesimistas como aquellas angelicales.
Pero en una sociedad, en el mejor de los casos, carente
hoy de perspectivas, de visión, de esperanza ¿cuál puede ser nuestra aportación
concreta a la reflexión sobre el mundo del mañana?
Esta aportación requiere que nos situemos dentro de una
lógica de transmisión, lo cual significa que debamos apuntalar una confianza
real en nuestra capacidad de formar a los que vendrán detrás de nosotros,
prolongando nuestros esfuerzos. La transmisión no es un simple acto de fe, es
ante todo un acto responsable. Pero esto también significa que tengamos que
aceptar la incertidumbre del futuro, ya que este no está escrito de antemano y
no puede reducirse a un estricto determinismo. La aventura humana, en efecto,
no se reduce a un experimento científico, la historia no debe confundirse con
lo previsible del experimento. Con lo cual, transmitir es ese estar convencido
de que la esperanza es siempre mayor a la expectativa, de que la promesa
siempre prevalecerá sobre el momento presente.
Esta aportación también requiere un verdadero sentido del
compromiso. Un compromiso al servicio de los principios maltratados, lo cual
requiere que, una vez más, seamos unos pedagogos, los pedagogos de la
República, especialmente los pedagogos de la laicidad. Ya no podemos quedarnos
satisfechos con esta distorsión subrepticia que afecta a las palabras y a su
contenido. En unos momentos en que el pacto ciudadano amenaza con volar por los
aires, en unos momentos en que muchos son los que buscan desvincular el
laicismo del mensaje inicial que lo vehicula, en unos momentos en que el
silencio se instala frente a tales derivas, debemos trabajar en reconciliar las
palabras con las cosas.
Detrás de esta ambición, es necesario recordar los
derechos y los deberes en los que se basa toda sociedad, para reconstruir la comunidad
de los ciudadanos indispensable para el porvenir de nuestra República. Porque
hemos sido los constructores de la República, nos incumbe, a nosotros, volar en
su ayuda cuando es atacada. Porque aquellos que nos han precedido han sabido
reunir lo disperso, es obligación nuestra retomar nuestras herramientas.
Una palabra, al hilo de esto, sobre el principio de
laicidad. Acabo de decir que con demasiada frecuencia se la culpa. La laicidad
no puede ser el chivo expiatorio de los fracasos del pasado y del presente en
nuestra sociedad. Por su capacidad de afirmar con sencillez que el hombre se
construye liberándose de toda forma de dogma, la laicidad es hoy la última
defensa de la deriva comunitaria de nuestra sociedad. Y el error, en este caso,
sería considerarla como una mera excepción francesa.
Este principio de organización de la sociedad puede ser,
al contrario, la única manera de preservar a medio plazo una forma de
sociabilidad basada en la autonomía individual, preservando a la vez las
condiciones de posibilidad de un vínculo social libremente asumido. Una forma
de decir que la laicidad es quizás la única manera de "desliar" y
"re-ligar" los individuos en un solo y único movimiento, permitiendo
así conjugar el ser consigo mismo y el ser con los demás.
Además, nuestro trabajo sólo tiene sentido si está
abierto al mundo, para ofrecer a todos los escépticos, a todos los resignados,
inclusos a todos los indignados, los argumentos para una reflexión razonable.
El abandono del lenguaje nos debe interpelar, es el indicador de un retroceso
del pensamiento, el síntoma de una carrera hacia el abismo.
Así que creo más que nunca en la capacidad que tiene la
Francmasonería de revitalizar el ideal republicano para permitirle cruzar las
tormentas que se avecinan. Creo en la capacidad que tiene la Francmasonería de
reconciliar la sociedad más allá de las diferencias y de las divergencias de
puntos de vista. Creo en la capacidad que tiene la masonería de permitirle a
cada cual llevar adelante esta revolución interior mediante la cual, la
humanidad, paulatinamente, vaya recuperando la base que nunca debió haber
perdido.
Nuestra contribución debe también incluir la aplicación
de una auténtica reflexión prospectiva que vuelva a colocar la vida de cada uno
dentro de una perspectiva generadora de sentido.
A nosotros nos toca ponerle remedio a esta crisis de
sentido que, más allá de las vicisitudes materiales, se ha convertido en la
jaula de acero donde quedó preso el destino de cada uno.
Para ello, tenemos que saber proyectarnos en el futuro.
La utopía es nuestro hogar. No en el sentido de sueño hueco sin alcance
práctico. No, aquí se trata de pensar las condiciones de posibilidad de una
vida diferente, es decir, de una sociedad capaz de poner su desarrollo al
servicio de todos y capaz de reiniciar un auténtico progreso social.
El presente está gobernado por la tiranía del corto
plazo. Prevalece el sentimiento de que
la vida es un inexorable peso que se padece.
La aldea global que formamos parece haberse deshumanizado
cada vez más. La tecnología, la ciencia, el desarrollo económico se muestran,
cada día un poco más, como el enemigo del hombre.
Las sociedades buscan nuevos refugios ya sea en iglesias
o en sectas. El repliegue sobre sí mismo se convierte en la fórmula más común
cuando todavía existe la posibilidad de convertir el espacio íntimo en un
capullo alejado del mundo.
He aquí el punto de partida que debe movilizar nuestra
reflexión. En una época en la que el hombre parece haberse convertido en la
variable de ajuste de todos los sistemas, la verdadera utopía consiste en
volver a colocarlo en el centro de cualquier reflexión sobre el futuro.
¿Cómo hemos podido olvidar una tal premisa? ¿Porque
pensábamos que el progreso había resuelto definitivamente el enigma del destino,
porque pensábamos que la humanidad caminaba obviamente hacia una reconciliación
general? Tenemos que reconocer que no sucedió tal cosa. Porque precisamente nos
hemos olvidado de que la condición humana no se puede entender si se ignora la
necesidad de sentido que habita en cada uno de nosotros. Y esto requiere el
tomar la medida de cada cambio de los marcos de existencia, no sólo en términos
materiales, sino también en términos del sentido que los individuos puedan
darle a la razón misma de su existir.
La utopía consiste finalmente en luchar para que la
dignidad humana se convierta en la piedra angular de cualquier proyecto de
grupo y retroceda este antihumanismo que engulle, cada día un poco más, nuestra
civilización. Luego, a la necesidad
de sentido, conviene añadirle la necesidad de vínculos que permitan hacer
sociedad.
Como tal, si la FM es más que nunca una idea nueva está
claro que es porque nos libera de las ataduras, en las cuales las sociedades
siempre han, más o menos, tenido atrapadas a las personas, para que por fin
estas se conviertan en actores de su propio destino. En este sentido, la FM
traza el camino de la libertad, de una libertad libre de dogmas, de
alienaciones, de prejuicios, de limitaciones donde lo que es, se correspondería
por fin, con lo que se necesita. Un individuo por fin reconciliado consigo
mismo.
La solución a la que se nos remite pasa por una masonería
dedicada al trabajo, la cual, más allá de la reflexión sobre los temas de
estudio de las logias, sea capaz de interrogar los callejones sin salida dentro
de los cuales se pretende encerrar a nuestras sociedades en estrecha simbiosis
con el mundo profano que nos rodea.
Este será, pues, el criterio en nuestro trabajo sobre
cuestiones de sociedad mediante las cuales, no solamente la Masonería no
reniega de sí misma, sino que está cumpliendo con su razón de ser.
Lo que está en juego, no es la espera de una receta
milagrosa, sino el invento colectivo de las reglas de nuestra convivencia
colectiva. Y, de la confrontación masónica y fraterna será de donde nazca una
nueva esperanza. Cuando el hombre se cree, a menudo y con razón,
despojado de su futuro, nos toca a nosotros dar testimonio de que sin embargo
él puede, en interacción con los demás, recuperar el control del curso de su existencia
porque de la confrontación puede emerger un sentido común que sea también un
sentido que una haya elegido.
Entusiasmante tarea cuyo trabajo en logia será su
presagio. Porque el taller es un microcosmos, porque de logia en logia se va
tejiendo un lazo invisible que reúne a todas las logias. Porque formamos así
una sociedad a pequeña escala que puede prefigurar la sociedad por crear.
Nuestra fuerza nos llega precisamente de esta red que es
la nuestra y que nos permite estar a la escucha y comprender mejor las
expectativas de unos y de otros. De hecho esto nos devuelve al comienzo de
nuestra reflexión. Nuestro anclaje en el corazón de la sociedad deberá
facilitarnos, de hecho, el alumbramiento de una reflexión que haga oír las
diferentes voces.
Tanto si se trata de la renta mínima, de la solidaridad,
de la integración entre desarrollo económico y progreso social, la cuestión
central es la del contrato económico y social que debe establecer el pacto del
mañana, es decir el tema del reparto y de la redistribución. Conviene una vez
más no perderse en un enfoque tecnocrático de estas cuestiones sino saber
destacar las bases de una sociedad justa.
Entendí los mensajes aportados en el debate prospectivo
de ayer. También percibí que estabais igualmente preocupados por el bloqueo de
las instituciones de nuestra sociedad y esto significa que, en la reflexión que
se lleve a cabo, habrá que conjugar los aspectos institucionales y
socioeconómicos que estructuran nuestra sociedad.
Por supuesto, este trabajo no se puede llevar a cabo si
no adquiere una dimensión internacional real. Esta pasa por el trabajo de
nuestras logias situadas en el extranjero y en otros continentes. La
fraternidad universal en la que sueñan los F.·. M.·. necesita de un proyecto
que en sí sea universal y que piense la sociedad mundo en la que vivimos en la
diversidad de sus culturas. La frontera es nuestro enemigo en el sentido en que
la humanidad es una única sociedad.
“El mundo entero sólo es una gran república.” “El mundo
entero sólo es una gran república.” La frase no es mía, la extraigo del
discurso pronunciado por Ramsay en 1736 y del se dice que fue quien entregó la
hoja de ruta de la masonería en Francia.
Europa es el primer círculo de esta extensión porque
Europa hoy multiplica los callejones sin salida en los que se encuentra cada
uno de sus Estados. Sin embargo, sería pernicioso el confinar nuestra reflexión
a una visión demasiado institucional de Europa. Lo que debemos pensar es la
civilización europea por venir, recordando
que somos su producto.
Sobre Europa, haré referencia al trabajo interobediencial
que se ha iniciado. Se desprende de ello que muchas obediencias están de
acuerdo en iniciar una reflexión conjunta sobre los retos europeos en un
momento en el que las tensiones nacionalistas, chovinistas y antidemocráticas
son una amenaza. El GODF sin voluntad dominadora tiene un papel que desempeñar
para federar un trabajo que pueda dar consistencia real a una cultura liberal y
adogmática en Europa y que reafirme, más allá de la Europa de Mercado, una
Europa de civilización. Y vuelvo a incidir en que trabajar sobre el estado de
nuestra sociedad no puede concebirse sin esa prolongación más allá de nuestras
fronteras en un momento en que la libre circulación de las personas trastorna
cada vez más los equilibrios nacionales.
Pero también hay que pensar en la variedad de situaciones
relacionadas con los distintos contextos a través del mundo. El GODF tiene la
extraordinaria ventaja de poder alcanzar todos los continentes a través de sus
logias y gracias a las obediencias amigas con las cuales mantiene relaciones.
Estas palancas deben estar puestas al servicio de un
compromiso global cuyas formas están por definir. Los HH.·. HHªª.·. del último
rincón del planeta están en el centro de nuestras preocupaciones. Cada FM, allá
donde esté, debe ser el pionero permanente de nuestra reflexión. Sin capacidad
ni voluntad para pensar la condición humana en función de esta diversidad,
seguiremos prisioneros de una visión parcial de las potencialidades del
progreso de la humanidad.
Y esto empieza por nuestra capacidad para hacerle frente
a las situaciones políticas respecto a las cuales el GODF puede aportar un
enfoque humanista. Estoy pensando en nuestro Hermano del Togo, estoy pensando
en la República de África Central, estoy pensando en Nueva Caledonia. Una
Obediencia orientada al futuro también debe igualmente estar abierta a las
generaciones más jóvenes y, no para ceder a las tentaciones de “lo joven”, sino
porque el GODF de mañana será la obediencia de una nueva generación que debemos
ir preparando. Por otra parte está en el interés de la obediencia el
desarrollar sus limitados éxitos ya conseguidos entre la juventud, aunque esta
cuestione nuestra adecuación al mundo actual. ¡La FM no debe convertirse en un
club de mayores en final de carrera profesional!
Nuestra institución sólo es el producto de una historia,
no tenemos porqué limitar nuestras reglas de funcionamiento y el reto de la
juventud es una manera de ponernos en tela de juicio. Especialmente porque la
juventud de hoy es, a menudo, una juventud con problemas y que duda de su
futuro.
Obviamente este trabajo depende de nuestra capacidad de
dialogar con los jóvenes allá donde estén, es decir en las universidades, en
los grupos estudiantiles. Para nosotros también se trata de estar al unísono
con la sociedad y con los que mañana serán el corazón de la Francia activa.
Podéis contar con el GODF para iniciar proyectos sobre
estas cuestiones, pero sólo si os movilizáis demostrando vuestra capacidad
creadora. Ahora os incumbe la transmisión de este mensaje a vuestras Logias
para que contestéis: “presente”, a la cita que el GODF organizará; estoy, por
supuesto, pensando en la próxima edición de las Utopiales.
Por tanto, es absolutamente esencial ir planificando en
el tiempo unos eventos que devuelvan toda su visibilidad al GODF. Es un
elemento de exteriorización importante.
Y aprovecho para volver a la laicidad. El libro blanco se
difundirá entre los responsables. Ayudará en la organización de los debates
ciudadanos. Cuento con vosotros para hacer de puentes en este trabajo. He
tomado buena nota de la idea de un vademécum para los profesores de las
escuelas, de la idea de la misión de información acerca de las asambleas.
En cuanto a lo que se refiere a Europa, también he tomado
nota de que lo habéis planteado a modo de pregunta.
El mensaje ha sido claro.
En cuanto al desarrollo sostenible, el GODF aprobó en la
Asamblea General del CLIPSAS en Bruselas un tema de trabajo sobre la cuestión
del progreso que se presentará al ECOSOC de las Naciones Unidas. Es la primera
vez que haremos algo en el CLIPSAS desde que volvimos a este foro.
He aquí varias pistas que deben, a la vez, unirnos y
movilizarnos. Una perspectiva tal, requiere de una masonería exigente, y
añadiría también ejemplar. Una masonería que edifica este templo inmaterial
sobre las columnas de las logias y del diálogo con el mundo profano.
Insistía en el papel de la conciencia ciudadana y que
debe ser el nuestro. Este trabajo empieza en cada Oriente, en cada ciudad donde
los FFMM estén presentes.
La obediencia está aquí para acompañar estos esfuerzos y
no para sustituiros a vosotros. Debe ser un acelerador cuya función consiste en
que se oiga una voz específica que, de ninguna manera, puede ser confundida con
la de los cuerpos intermedios de la República. A la Obediencia le toca saber
trasladar la palabra de las Logias. A las logias, trabajar en toda obra
abierta.
Termino con una última consideración que tiene su
importante. Un GODF movilizado es HH.·. y HHªª.·. reunidos y unidos por unos
lazos de confianza. La Obediencia es nuestro bien común y mi deseo más profundo
es que compartamos las orientaciones sin segundas intenciones, sin mezquindades
inútiles. Por mi parte, me considero un Hermano al igual que cualquier otro,
sólo que investido de una función. Sería deshonesto si os dijera que el trabajo
del día a día carece de emoción, pero mantengo la cabeza fría y, en todo
momento, mi única preocupación es la de saber si el desarrollo de la obediencia
responde a las expectativas de todos vosotros y confirma la elección que cada
uno de nosotros hizo al entrar en la masonería y en el GODF.
He dicho
D. K.
Traducción:
Antonia Ordoño Muñoz (M.·.M.·.- GLSE)